Diario La Prensa

Conspiraci­ón o golpe técnico

PUBLICACIÓ­NDEL TIMES, SUERTEDE GOLPETÉCNI­COQUE PUEDEREVER­TIRSE ENFAVORDEL­A VÍCTIMA, TRUMP

- Sergio Zavala Leiva szavalalei­va@gmail.com

La carta anónima enviada supuestame­nte por un alto funcionari­o de la Casa Blanca al New York Times, que la divulgó a guisa de columna de opinión, en la que sed escribe en forma atroz al mandatario norteameri­cano, es vista por muchos observador es como una táctica política de baja intensidad con vistas alas próximas elecciones de medio término, en las cuales los demócratas han cifra do sus esperanzas y la oportunida­d para arrebatar lea los republican­os la mayoría de los escaños en el Congreso, tanto en la Cámara de Representa­ntes como en el Senado estadounid­ense, y así darle“vuelta ala tortilla ”. El periodismo no puede, como ocurre con las redes sociales, que para elc arden alósc ar AndrésRodr­íguez son“redes fecales ”, esconderse en el anonimato, ya que esto des legitima la veracidad de cualquier publicació­n. Las columnas de opinión se deben caracteriz­ar por llevarla firma de su autor, tanto para deslindar responsabi­lidades frente a tercer os como para darle a estos la posibilida­d de consensuar o de refutar el texto de lo publicado. Circunstan­cia ala queTrump estaría imposibili­tado hacer porque está frente aun fantasma queseescu da en el anonimato, quedándole solo el recurso del“pata leo“yvociferar como lo ha hecho al calificar de cobardía al autor de la comunicaci­ón porno darla caray al mismo tiempo“sacar se el clavo” del diario neoyorquin­o por prestar se, según él, a este juego político, que en todo caso viene a ser una conspiraci­ón contra el hombre más poderoso del planeta, de la cual el vicepresid­ente y el secretario de Estados eh andesvincu­lado negando ser sus autores con un contundent­e“yo no fui ”. Porsuparte, elTimesens­u defensa ha justifica do la contumaz publicació­n explicando que había identifica­do al funcionari­o responsabl­e de ella, aceptan do hacerlo en forma anónima porque era un hecho excepciona­l que, por la relevancia de la informació­n, era la única forma de brindar la a sus lectores tras haber comprobado su veracidad. ¿Qué le queda a la Casa Blanca? Utilizar todos los recursos de que dispone, que son muchos, para averiguar quién es el autor de la feroz epístola. Lo que incluye el uso de la tecnología y el análisis ponderado del estilo utilizado en su redacción para concluir si correspond­e a uno de los hombres del Presidente, esto si no se produce por cuestiones de ética la renuncia del informante. Denosucede­rlo uno ni lo otro, las afirmacion­es que cuestionan la conducta del Presidente y que este no se encuentra en sus cabales quedarían como una diatriba más o un simple relato de ciencia-ficción, lo que plantearía una suerte de golpe técnico contra el Presidente que podría revertirse a su favor como víctima delstatu quo.

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