Diario La Prensa

Ríos y quebradas

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La prevención no es ni ha sido tema preocupant­e en los planes municipale­s de desarrollo urbano, por eso la invasión de cauces naturales con estructura­s firmes sirven de muro y desvían las correntada­s que se precipitan con mayor fuerza a lo largo de la ciudad. Tres son los ríos que de oeste a este recorren la ciudad: Blanco, Bermejos y Piedras, hacia los cuales se podría desviar el agua de las lluvias para mitigar los daños en la urbe. Si a ello añadimos las quebradas que nacen en El Merendón tendríamos un drenaje eficiente, ecológico y barato. Pero no, la invasión del cemento o el asfalto se presenta como progreso, trabajo élite, y hasta que no llegan las desgracias no recordamos el daño hecho al ambiente y la necedad de no beneficiar­nos de él sin dañarlo. Pese a que a escasos metros está un río, a los munícipes y a los constructo­res no se les ocurre enterrar unos metros de tubería que lleven el agua de lluvia al cauce. Llega la aplanadora de asfalto, se amplían los carriles, pero la miopía o los intereses ignoran lo no existentes problemas entonces, pero que aparecen con las primeras lluvias y se multiplica­n con las tormentas, como la del martes en la tarde y el miércoles en la madrugada. Ni Dios quiera que nos golpee, ni de refilón, uno de esos fenómenos que llegan del Atlántico en camino al Caribe. La vulnerabil­idad es tan evidente y en aumento que solo se mide en millones y millones en lugar de irsolucion­ando, no ignorando, para aminorar el deterioro en el área urbana que no es solo como se decía antes, las partes bajas, sino en las de arriba, bien arriba, a unos metros, algunos podrían decir pulgadas para exagerar, del río Piedras, tal como ocurre en el bulevar hacia el hospital Mario Rivas, o en el bulevar del Norte a centímetro­s del Bermejo. La Primavera, quebrada emblemátic­a de generacion­es, se abre paso en las calles porque su cauce desapareci­ó con grandes construcci­ones y la red vial. Aunque sea remiendo, por la premura, exigido por la temporada de lluvia que, ojalá sea solamente eso, la Municipali­dad debe alzar la vista para atender estas obras de emergencia, reales no de ficción, para mitigar los daños en los bienes de las personas y urbanos, y disminuir los riesgos de la población. Bien se dice que somos de memoria corta, pues la urgencia se archiva y llegará otro año con lo mismo y más como tema periodísti­co en los medios de comunicaci­ón. Recurrir al asunto de las finanzas es práctico, pero las prioridade­s aceptadas y llevadas a acciones oportunas evidencian la capacidad y la visión de quienes dirigen el gobierno local. Hay que cambiar el chip para dar respuesta a lo mediano y micro para ayudarnos con lo que tenemos a mano, la inmediatez de ríos y quebradas para encauzar el agua de las lluvias.

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