Diario La Prensa

Calidad en educación

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N o es necesario que tengamos unas facultad es intelectua­les extraordin­arias para darnos cuenta que sin educación no hay salida posible del atraso en que vivimos. Unas competenci­as básicas desarrolla­das en la escuela nos habilitan para usar con propiedad los dos lenguajes con los que nos comunicamo­s: el numérico y el lingüístic­o; deahílo imperativo que resulta que se mejore la enseñanza y el aprendizaj­e de la matemática, el español y el inglés. Luego, con esas destreza s bien aprehendid­as, podemos transitar hacia el universo de la tecnología, y, de ahí, al progreso tan ansiado. Ningún país en el mundo ha despegado económica mente, y ha logrado satisfacer las necesidade­s básicas, yunpocomás, de su gente, sin antes haber experiment­ado una profunda revolución educativa. Pensar de otra manera es engañar se. Experienci­as regional es, como la venezolana ola mexicana, muestran que, aunque se esté sentado sobre cientos de millones de p et ro dólares, si estos no se invierten preferible mente en educación y se le da un vuelco al sistema educativo, la miseria es la compañera inevitable y la redención social se mantiene como una aspiración a muy largo plazo. Otras naciones, sin embargo: Taiwán, Japón o China continenta­l, para poner tres ejemplos asiáticos, han logrado llegara serlo que hoy son gracias a su empeño en promover la calidad en su sistema educativo, yporalgosu­s universida­des se encuentran entre las mejores del mundo. El presidente Hernández recién ha nombrado una Comisión de alto nivel para trasformar­la educación en Honduras. Hay en ella algunas personas que tienen experienci­a enelr amo y,p arece, ganas de hacer algo serio por el país. Habrá que estar muy pendientes de su trabajo, porque ha abundado, en todos los procesos electorale­s, promesas de campaña y, luego, proyectos de gobiernos que han apuntado ala mejoría educativa, pero, hasta ahora, los logros han sidopírric os. En Honduras el tema de calidad educativa pasa, inexorable­mente, por la formación de los docentes. Nadie puede darlo que no tiene, una formación deficiente de los profesores, no puede dar frutos de calidad. Los hechos, que siempre son más convincent­e s que las palabras, muestran que ni las desapareci­das escuelas normales ni nuestra flamante Universida­d Pedagógica han logrado proveer al sistema del personal idóneo para educar mejora nuestra niñez y juventud. Algo habrá que aprender de otros países para superar semejante desafío .¿ Habrá llegado el momento de permitir, como alguna vez se hizo, que la iniciativa privada, y, entre ella, los centros de educación superior, colaboren con el Estado en la formación de docentes, como sucede en casi todo el mundo? Ojalá que la Comisión que, en principio, debe transforma­r la educación nacional no haga más de lo mismo, que“piense fuera de la caja ”, rompa esquemas y contribuya de manera efectiva a sacarnos del vergonzoso puesto que ocupamos hoy en cuanto a destrezas académicas.

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