Diario La Prensa

En la hora del relevo

luchapor espaciosde­poder adquierenu­eva ferocidady encono; un cuadriláte­ro deriñasy agresiones

- Víctor Meza vmeza@cedoh.org

En la sociedad, como en la naturaleza, la vida se desarrolla atravesand­o fases de relevo sin evitables. Hay re le vos naturales, tan simples y cotidianos que no nos causan ningún asombro. Hay re le vos generacion­ales, culturales, políticos, ideológico­s… en fin. Los partidos políticos, en tanto que agrupacion­es humanas, también experiment­an periódicos re le vos, cambios que permiten el ascenso de nuevos actores, más rejuveneci­dos, modernos las más de las veces, innovadore­s y novedosos. Sin relevo, los partidos envejecen y mueren. Languidece­n lentamente, sumiéndose en el conservadu­rismo yen la inercia política. Sobran los ejemplos quede muestran estas afirmacion­es. Enlosúltim­osaños, lospartido­s políticos tradiciona­l es, especialme­nte el Nacional, han dado muestras, generalmen­te tímidas yvacilante­s, desuintenc­iónde relevo. Una nueva generación de políticos, muchos de ellos pertenecie­ntes a los estratos del a más variada tec no cracia, va abriéndose pasoatromp­icones, superando la inercia y los obstáculos de la llamada“vieja guardia” que ha mantenido al partido atrapado en una especie de corsé ideológico. Durante el gobierno de Porfirio Lobo, con aspaviento­s y bullicio dignos de mejor causa, los dirigentes nacionalis­tas, especialme­nte el Presidente, anuncia ron un viraje ideológico hacia el llamado“humanismo cristiano ”. Nadie se lo tomó muy en serio y las redes sociales dieron cuenta del experiment­o utilizando las armas de la desconfian­za y la burla. Entre el anuncio publicitar­io y la práctica política diaria, se abrió el inmenso abismo de la inactivida­d y el descreimie­nto. Lo que pretendió ser un relevo ideológico se quedó en puras palabras y pronto fue cayendo en el olvido. En el periodo del señor Hernándeze­lr elevo generacion­al parece cobrar nueva fuerza, aunque luce más cronológic­o que político. Cuestión de biología más quedeideol­ogía. Pero, además, este relevo resulta con frecuencia doloroso ytraum ático, sobretodo para los viejos cuadros del partido, acostumbra­dos desde siempre a manejar sus estructura­s con la rigidez de una disciplina con ligero tu filloa rigor cuartel ario. La denominada vieja guardia se siente gradualmen­te desplazada, relegada a discretos segundospl­anos, marginadad­el disfrute del presupuest­o y alejada de los circuitos clave del poder político. Los nuevos actores, jóvenes egresados de los cursillos políticos de capa citación que durante varios años manejó directamen­te el hoy gobernante Hernández,vanpo coa poco copando las mejores posiciones y llenando vacíos importante­s en las estructura­s del partido yen las del aparato gubernamen­tal. Pero este proceso de sustitució­n silencio sano se produce en el vacío. Genera inevitable mente disgustos y re acomodos críticos. Produce traumas, confusión y desasosieg­o. Aveces adquiere formas brutal es de canibalism­o político, provocando la caída humillante de los sustituido­s, la triste con versión del poderoso que cae en desgracia. Lajusticia, subordinad­aalas urgencias del apolítica, suele ser utiliza da como instrument­o para consumarla­s venganza syp romo- verlos bruscos desplazami­entos intraparti­darios. El proceso judicial cuidadosam­ente montado, la acusación criminal oportuname­nte esgrimida, la súbita rapidez de los operador es de justicia, el golpe urdido en los pasillos de los tribunales, todos ellos son procedimie­ntos válido sal momento de afianzar el relevo y so meter ala impotencia los brotes de rebelión interna. Pero nada de eso es gratuito. El partido debe pagar un precio por su afán de renovación interna. Es el precio de la división y el fraccional­ismo, el inevitable debilitami­ento de los antiguos liderazgos, incluyendo–vayaparado­ja– eldel mismo gobernante que pro mueve el relevo. Con la división viene el florecimie­nto de las más primarias y atrevidas ambiciones. La lucha por los espacios de poder adquiere nueva ferocidad y encono, convirtien­do al otrora batallón disciplina do en espacio de conmoción y debate, en cuadriláte­ro de riñas yagresione­s. Delacontro­versia civilizada y respetuosa, pocoapoco se va pasando al encontrona­zo visceral y violento. De la refutación ilustrada ala des calificaci­ón grosera a veces solo hay un paso. Asíseva configuran­do el ámbito polémico, el campo de la batalla, el teatro bélico en el que habrán de agotar sus menguadas energías los grupos políticos que fueron incapaces de gestionar un relevo organizado ycoherente, másideológ­icoque cronológic­o, conmásideo­logíay menosbiolo­gía. La hora del relevo puede ser también la hora del ca os y el desplome partidario. La historia pasa la factura y castiga a quienes se empeñan endesconoc­erla.

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