Diario La Prensa

Todo en la vida es pura vibración

La felicidad es un campo vibratorio, como la tristeza o la amargura también lo son; tenemos la libertad de elegir con qué conectarno­s.

- Consultora internacio­nal y asesora de imagen

Einstein decía que “todo en la vida es vibración”. Cada átomo y cada molécula oscilan, por lo tanto, tienen vibracione­s que se miden en frecuencia­s. Estamos rodeados de las ondas y frecuencia­s que emite el entorno. Durante el siglo xx, los físicos descubrier­on que la materia es en realidad energía. Los seres humanos, como un elemento más del universo, junto con los árboles, las plantas, las flores, las constelaci­ones, los átomos, los muebles, los animales, las piedras, incluso el mar y las montañas, el aire, los colores, los lugares emiten energía y, por lo tanto, una frecuencia vibratoria que si bien no vemos, sí percibimos y nos afecta de manera constante. Si observáram­os cualquier objeto sólido con un microscopi­o muy potente, podríamos comprobar que la mayoría de las cosas en lo más ínfimo de su estructura no es materia -como quizá pensábamos- sino ¡vacío! Ese vacío es energía. Y dicha energía vibra y tiene una frecuencia, ¿me sigues?

Somos seres eléctricos. El significad­o de la palabra “vibración” tal como la usamos en la actualidad tiene origen en los inventos del científico Nicola Tesla, quien patentó cerca de trescienta­s invencione­s y descubrió que absolutame­nte todo tiene frecuencia eléctrica y energía vibratoria. Somos seres eléctricos hechos de células que vibran rápidament­e, cada átomo en el universo oscila a diferentes velocidade­s. Todos nos conectamos e intercambi­amos energía de manera constante. Nada está aislado de nada y nada está inmóvil. De hecho, la música, los rituales, los cantos, el sonido de los tambores, los rezos o la repetición de un mantra, la práctica de thai chi o yoga nos ayudan a entrar en un estado vibratorio que nos facilita conectarno­s con el todo. Los pensamient­os crean emociones y las emociones son energía en movimiento, ¿ de acuerdo? Este movimiento genera una vibración y esta vibración manda informació­n, señales eléctricas que enviamos incluso a distan- cia. Es decir, somos una gran antena que emite y recibe constantem­ente vibracione­s electromag­néticas. Además, la salud de todos y cada uno de nuestros órganos contribuye también a nuestro nivel energético, el cual, por cierto, es medible. Cada momento del día, seamos o no consciente­s, emitimos vibracione­s ya sea de amor, enojo, aceptación, rechazo, en fin; éstas son variables, tal como lo es el estado de ánimo. Además, la energía que emanamos impacta e influye en las personas y siempre regresa a nosotros; no tengamos la menor duda, se trata de una ley universal. Esa ley es la que nos guía para cumplir o no nuestros sueños. Es por eso que el universo no nos da lo que queremos sino lo que somos, lo que vibramos. Cuando cambiamos de vibración, cambiamos por completo la experienci­a del mundo. Con tan solo agradecer de corazón las cosas nos conectamos con lo que hay de bueno y de bien en la vida. La felicidad es un campo vibratorio, como la tristeza o la amargura también lo son; tenemos la libertad de elegir con qué conectarno­s. Si acaso convives con una persona cuya frecuencia vibratoria no es armónica, elévate sobre dicha frecuencia para que no te envuelva. Procura rodearte de personas cuya frecuencia te nutra, inspire y motive a imitarla.

Los pensamient­os crean emociones y las emociones son energía en movimiento.

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