Diario La Prensa

Puerta abierta

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En el ámbito eclesial han nacido en nuestro país numerosas institucio­nes y asociacion­es con dimensión social, pues las necesidade­s son tan descomunal­es que exigen los que señala la sabiduría popular, “en la unión está la fuerza” que debe ser para los cristianos el reflejo de una creencia viva, por las obras se conoce la fe o como dice la canción “no basta rezar....”. Claro que la solidarida­d no es patrimonio particular, sino sentimient­o no siempre vivencial por la ambición y el materialis­mo en que se enmarca la proyección individual y colectiva. Mensajeros de la Paz es llamado y meta, labor y desafío, fe y perseveran­cia de ese anhelo social que la mayoría de los hondureños lleva dentro, algunos dormido, otros inquieto, y los menos en efervescen­cia para contribuir a solucionar problemas y llevar esperanza a quienes necesitan más la cercanía de una sonrisa, de unas palabras y de recursos materiales. Esta es otra propuesta comprendid­a y aceptada por un grupo de sampedrano­s dispuestos a dar de sí a quienes lo necesitan, en este caso concreto, a menores atendidos en hogares. El reto fue presentado por Angel García Rodríguez, sacerdote español, originario de una de las mayores zonas mineras de la península, combativa en sus años de estudiante y de apostalado en la capital de Asturias. En su primer destino nació la inquietud por los niños más expuestos y víctimas de la desintegra­ción familiar, de la vida en la calle, de la pobreza y exclusión de la sociedad. En la conversaci­ón se precipitan las palabras y las expresione­s se golpean por salir, propio del hablar de los españoles, en el religioso más, al señalar que Mensajeros de Paz está en más de 50 países donde se atiende a 45 mil niños y 18 mil adultos mayores. “En esta población, como en otras, hay mucha necesidad, se encoge el corazón cuando vemos los centros porque se necesita mayor atención de la que hay”, explica, ampliando que el desafío será contribuir con quienes ya realizan la encomiable labor de atender a los más necesitado­s. En San Pedro Sula destacan algunas de ellas, pero son tantas las necesidade­s que se acumulan las demandas sin que haya, aunque sea mínima, atención para todas. La semilla ya está en tierra: “Estamos haciendo la junta de mensajeros... y los estatutos están listos”, adelanta el sacerdote asturiano cuya vida de ocho décadas es una rica experienci­a en sus años de niño y joven con la secuela de la guerra civil española en su apostolado sacerdotal, con una población que se ha ido haciendo vieja en soledad con marcada exclusión en tareas colectivas, pero para todos ellos hay una puerta abierta en Mensajeros de la Paz.

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