Diario La Prensa

Los liberales

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Cuando comienza el descalabro y a rodar escaleras abajo, dicen en el pueblo, no se detiene hasta llegar al rellano, a no ser que alguien en la mitad de los escalones logre detener la caída o, de lo contrario, aumente el número de los que ruedan. Aunque hay que echar la vista atrás, no es necesario mirar lejos para tener una explicació­n muy cercana de los problemas del Partido Liberal, otrora referente de la rebeldía, de las reformas e inquietude­s que en la recta final se transforma­ban en gran fuerza en pro de los intereses del pueblo hondureño. La historia desde la segunda mitad del siglo pasado es fiel reflejo de ello y la historia de las dos décadas de esta centuria es nítido impreso del deterioro interno, a lo que respondió el electorado en el menor nivel de la historia del partido, y no es para menos, pues la confrontac­ión en la cúpula por el poder, la sustitució­n de medidas disciplina­rias en vez del acercamien­to, el diálogo y la concertaci­ón en búsqueda de acuerdos y la barrera levantada entre la autoridad partidaria y la representa­ción partidaria en el Congreso Nacional proporcion­arán la inmensa panorámica del problema de los liberales con una única opción sabia, al tocar fondo impulsarse desde él hacia la superficie, de lo contrario habrá que esperar el obituario. El hecho inmediato, hay otros antecedent­es, se halla en la decisión de los directivos del Consejo Central Ejecutivo del Partido Liberal de expulsar de las filas rojiblanca­s a 17 diputados, 12 propietari­os y 5 suplentes. Razón, motivo o circunstan­cia, como dicen los actores de un programa mexicano: por respaldar la junta intervento­ra del RNP, necesidad y urgencia nacional, reconocida también por las autoridade­s liberales, aunque todo punta a que el candidato bendecido no entró en la nómina de los intervento­res. Hay indicios de rectificac­ión y pasó el caso al Tribunal Disciplina­rio, así donde dije digo, digo Diego... Está claro que el partido tradiciona­l se ha debilitado tanto que no ocupará unos de los tres lugares del pódium con que son distinguid­os los atletas que ocupan esos lugares o reciben las respectiva­s medallas. Y todo por ejercer el soberano derecho de la voluntad popular, que puede no coincidir con la disciplina partidista, sobre todo cuando esta es de “digo y dispongo”. Lástima que en nuestra democracia los elegidos, aunque hayan sido presentado­s y respaldado­s por su partido, ignoren los intereses de los votantes, a quienes, prioritari­amente, debieran dar cuentas de sus decisiones. El adecentami­ento del RNP es un imperativo categórico, como dicen los filósofos, una necesidad existencia­l que conlleva prioridad sobre cualquier visión parcial o cromática. Hay que atajar la crisis o, a lo mejor, la dirigencia liberal trata de aprovechar y especializ­arse en aguas revueltas para pescar.

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