Diario La Prensa

José ViVar,

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a vida de José Vivar, desde sus inicios en la pandilla LA Boys ( Latin Americano Boys) de Toronto, Canadá, hasta su transforma­ción en prisión, pasando por el intento de asesinato que le dejó moribundo en un céntrico parque de la ciudad canadiense, ha sido convertida en un documental para la radiotelev­isión pública canadiense, CBC. En una entrevista con la agencia Efe, Vivar explica que nació en Toronto en el seno de una familia trabajador­a que había emigrado de Ecuador a Canadá en 1974.

-Primeros años de palizasLa familia Vivar se integró en la pequeña comunidad de origen ecuatorian­o que entonces existía. Él comenta cómo se empezó a integrar en las pandillas que en la década de los años noventa se convirtier­on en uno de los mayores problemas sociales de Toronto. Saltando del español al inglés, relata las dificultad­es en su infancia: “Sufrí un racismo sistémico como hispano”. “A los 12 años, iba al colegio y me daban palizas los latinos, los portuguese­s, los italianos. Y no podía ir a casa y decirle a mi padre que me habían dado una paliza. Mi padre me hubiese dicho que me defendiese. Mi solución fue unirme a una pandilla, que era lo que me hacía sentir seguro y que pertenecía a algo”, narra. “Estaba fascinado -rememora- con películas como Blood In Blood Out ( BIBO), American Me, en las que exaltan ese estilo de vida pero también representa­n al hombre latinoamer­icano como un gánster. Eso es lo que hace al latinoamer­icano un hombre”. Con LA Boys, Vivar empezó vendiendo marihuana en las calles de Toronto para posteriorm­ente dar el salto al tráfico de cocaína.

-Cambio en la cárcelEn 2004, fue absuelto del asesinato de uno de los líderes de otra pandilla rival y en 2007 lo condenaron a ocho años de prisión por narcotráfi­co y posesión de armas. En la cárcel su vida se transformó cuando utilizó el ejercicio físico para alejarse de la vida criminal. “Lo que me permitió no meterme en problemas cuando había peleas en el otro lado del patio era estar haciendo ejercicio”, explica. Entonces, se dio cuenta de que no quería seguir en el mismo tipo de vida que mantenían sus amigos, también en prisión. “Tenía unos 30 años. Mis hijos estaban creciendo y no quería eso. Y también a uno de mis ahijados le mataron en Toronto, le apuñalaron en el corazón. Eso me hizo pensar mucho en mi hijo Markus, que tiene 17 años ahorita y a quien tengo que proteger. Y no lo puedo proteger en la cárcel”, señala Vivar. En prisión, consiguió el certificad­o de instructor físico, se apuntó a un programa universita­rio de periodismo y se convirtió en un preso modelo. Su buen comportami­ento le valió la libertad provisiona­l.

- “Prison Pump”De vuelta en Toronto, Vivar puso en marcha su programa de 25/7 Fitness “Prison Pump”. “Mi programa se llama ‘ Prison Pump’, que es un ejercicio que se puede hacer en cualquier lugar. La premisa es que no se necesita un gimnasio, el mundo es tu gimnasio. En la prisión, tenemos que ser muy creativos. No tenemos barras así que utilizamos los marcos de las puertas, flexiones inclinadas con las camas”, esboza.

-Cerca de la muerteEn 2016, Vivar daba una de sus clases de “Prison Pump” en el parque Christie Pitts de Toronto, el mismo lugar donde años atrás empezó vendiendo drogas. De repente, uno de los alumnos sacó una pistola de la cintura y le disparó tres veces en el torso. Dos semanas después, desde el hospital, Vivar mandó un mensaje a través de Instagram para decir que se estaba recuperand­o y disculpars­e con sus alumnos por ponerles en peligro. Fue trasladado a Sudbury, unos 400 kilómetros al norte de Toronto, para su protección. Allí, Vivar, que continuará en libertad provisiona­l hasta febrero de 2021, ha construido una nueva vida como instructor de fitness, orador motivacion­al y guía para exconvicto­s. Una vez sea completame­nte libre, Vivar quiere vivir en Ecuador y ampliar su programa de ejercicio físico 25/7 Fitness “por toda Latinoamér­ica”. “Me regreso a Ecuador -augura-. Nací aquí pero Ecuador es mi país. Me siento más tranquilo en Ecuador. Quiero vivir una vida en paz. Y creo que Ecuador me puede dar eso, donde puedo ir a mi patio, agarrar un mango, comer una banana. Eso es lo que quiero en mi vida, paz”.

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