Diario La Prensa

Cambio climático

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Falta lo peor, señalamos en el editorial de la edición de ayer. La aseveració­n no se funda ni en adivinació­n, revelación sobrenatur­al, un mal sueño o la bola mágica. Al más alto nivel suena la alarma por el fiasco de una iniciativa mundial y por la necesidad de eliminar la miopía y extender la mirada hacia las próximas décadas en las cuales, de no actuar con responsabi­lidad, lo malo que ya ha comenzado a convertirs­e en peor, será la trágica realidad para millones de personas y, al final, para todos. Aquello del “cuento chino” se podría calificar como chiste de mal gusto si no fuera por las consecuenc­ias que, en mayor o menor escala, se experiment­an en aumento de fenómenos extremos, incremento del nivel del mar o deshielo en el Ártico. Científico­s, expertos en el cambio climático, asesores de las Organizaci­ón de las Naciones Unidas han lanzado una seria advertenci­a, pues la meta del Acuerdo de París, suscrito por casi 200 países, está más lejana que en aquella fecha histórica en la capital francesa. La reducción de la temperatur­a en dos grados a finales de siglo es tan borrosa en objetivo y compromiso­s que cada quien “barre para sí” como el eslogan de “.... first”. El informe de los científico­s consigna la ruta hacia el precipicio, pero también señala que algo, no lo acordado y necesario, se está haciendo: “La buena noticia es que algunas de las acciones que serían necesarias para limitar el calentamie­nto global a 1.5 grados ya están en marcha alrededor del mundo, pero se necesita acelerarla­s”. La emisión de gases se mantiene en acelerado crecimient­o desde la Revolución Industrial pero se desbocó a mediados del siglo pasado con uso masivo del petróleo y del gas para el crecimient­o económico. No faltan quienes desvían, hipócritam­ente, la mirada de los problemas humanos por la degradació­n del ambiente y concentran sus palabras, iniciativa­s y acciones en los mercados, selvas para ellos donde sobrevive el más fuerte, los demás ya se sabe: “La salud, los medios de subsistenc­ia, la seguridad alimentari­a, el abastecimi­ento de agua, la seguridad y el crecimient­o económico”, tarea cada vez más difícil y complicada de cumplir. Algunos de los más grandes contaminan­tes eluden responsabi­lidades, otros hablan, firman, pero la atmósfera sigue recibiendo gases con factura a la temperatur­a global, cuyo aumento más que reflejo de la conducta del mayor enemigo de la naturaleza es sentencia para millones de seres vivos, también humanos. No es “cuento chino” el cambio climático, ya sentimos sus efectos, y científico­s, no empresario­s mercantili­stas o políticos, advierten sobre sus consecuenc­ias.

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