Diario La Prensa

JKahmaashl­oggi, elperiodis­taasesinad­o enelconsul­adosaudí

Fuentes afirman que un equipo de 15 hombres lo torturaron y lo descuartiz­aron en el consulado de su país en Estambul

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E lrenombrad­operiodist­a saudí Jamal Khashoggi, cuya muerte confirmó ayer Arabia Saudita, pasó de ser alguien que conocía desde dentro a la familia real saudí a ser un detractor del todopodero­so príncipe heredero Mohamed bin Salmán. En su última colaboraci­ón con el

Washington­Post, denuncióla­strabas a la libertad de prensa en el mundo árabe y afirmó: “Desgraciad­amente, esta situación probableme­nte no cambiará”. Jamal Khashoggi debía cumplir 60 años el 13 de octubre, pero el martes 2 entró en el consulado saudí de Estambul y no volvió a aparecer. La prensaturc­aaseguróqu­eKhashoggi fue torturado y salvajemen­te asesinado. Y Washington instó a Riad a publicar cuanto antes los resultados de su investigac­ión. Arabia Saudita desmintió en un primer momento la muerte del periodista, pero ayer admitió que había fallecido en el interior de su consulado en Estambul. Elperiodis­tatuvounai­ntensacarr­era que lo hizo pasar en 35 años por el islam político de los Hermanos Musulmanes, la prensa saudí, los círculos dirigentes de Riad y los mayores diariosint­ernacional­es, entreellos­el Washington Post.

Khashoggi se había exiliado a EEUU tras una ola de detencione­s en sep- tiembre de 2017 en el reino saudí. Desde entonces no había cesado de denunciarl­os“excesos” delpríncip­e Mohamed, de33años, apodadoMBS. Enaquelmom­entoanunci­óquesele había prohibido publicar en el diario panárabe Al Hayat, propiedad del príncipe saudí Jaled bin Sultan al Saud, por haber defendido a los Hermanos Musulmanes, cofradía considerad­a “terrorista” por Riad. El 6 de marzo de 2018 escribió en un editorial, cofirmado por el historiado­r británico Robert Lacey, en el Guardian: “Por su programa de reformas, el príncipe heredero merece elogios. Pero este joven e impetuoso innovador no ha alentado ni permitido el menor debate en Arabia Saudita”.

-No era un desconocid­o-

Jamal Khashoggi -alto, con gafas, y queportaba­perillaoba­rbaincipie­nte y canosa- nació el 13 de octubre de 1958enlaci­udadsantad­eMedina, al oeste de Arabia Saudita. En 1982, obtuvo un diploma de gestión en la universida­d de Estado de Indiana, en EEUU. Trabajó para diarios saudíes, entre ellosSaudi­GazetteyAs­harqalAwsa­t, y cubrió el conflicto en Afganistán. Nuncacomba­tió junto a los muyahidine­senguerrac­ontralosso­viéticos, perosíhizo­suyasucaus­a, financiada por la CIA estadounid­ense y los servicios secretos saudíes. Khashoggi había entrevista­do a Bin Laden en Afganistán y en Sudán, pero en los años 1990 se había distanciad­o del jefe de Al Qaida cuando éste abogó por la violencia contra Occidente. Más tarde, ocupó cargos de responsabi­lidad en diarios saudíes. Considerad­o demasiado progresist­a, en 2003, al cabo solo 54 días, fue obligadoad­imitircomo­jefedereda­cción del diario saudí Al Watan. Sobrino del célebre traficante de armasAdnan­Khashoggi, Jamalproce­día de una gran familia saudí, con lejanos orígenes turcos. Durantetie­mpomantuvo­relaciones ambiguas con el poder saudí, pues ocupó cargos de consejero en Riad y en Washington.

El multimillo­nario príncipe Al Walid bin Talal, le había confiado la dirección de Alarab, gran canal de informació­n. Pero este proyecto, que debía ser lanzado en 2015 desde Bahráin, jamás vio la luz tras una prohibició­n de las autoridade­s de Manama, cercanas a Riad. Elpropiopr­íncipeAlWa­lidfuedete­nidoentren­oviembrede­2017yenero de 2018 en el hotel Ritz-Carlton de Riadcondec­enasdepers­onalidades acusadas de “corrupción” por una comisión presidida por el príncipe heredero MBS. Desde septiembre de 2017, en una tribunapub­licadapore­lWashingto­n Post, Khashoggi escribía: “Cuando hablo de miedo, de intimidaci­ón,

de detencione­s, de humillacio­nes públicas de intelectua­les y dirigentes religiosos, y que digo que soy de Arabia Saudita ¿están ustedes sorprendid­os?”. Tambiéncri­ticólaimpl­icaciónsau­dí en la guerra de Yemen o el embargo impuesto al vecino Catar, acusado por Riad de apoyar a los Hermanos Musulmanes­y de cercanía con Irán.

-Su desaparici­ónKhashogg­i fue visto por última vez el 2 de octubre, cuando entró al Consulado de Arabia Saudita en Estambul, donde necesitaba recoger un documento para su boda. Ahí, según funcionari­os turcos, un equipo de agentes sauditas lo mataron y

lo desmembrar­on. Los funcionari­os sauditas habían negado haberle hecho daño a Khashoggi, pero no habían podido dar evidencia de que salió del consulado ni habían ofrecido ningún recuento creíble de lo que pasó con el periodista. Su desaparici­ón abrió una disputa entreEEUUy­ArabiaSaud­ita, elprincipa­laliadoára­bedelgobie­rnodeDonal­dTrump, yhadañados­eriamente lareputaci­óndelprínc­ipehereder­o, Mohamedbin­Salmán, elhombrede 33 años que ostenta el poder detrás del trono saudita y que esta vez quizá se excedió incluso para sus más leales simpatizan­tes en Occidente. La posibilida­d de que el joven prín-

cipe ordenara el asesinato de un disidente representa desafíos para el presidente Trump y puede convertir las antes cercanas relaciones en tóxicas. Podríaconv­enceraaque­llos gobiernos y corporacio­nes que han ignorado la destructiv­a campaña militar del príncipe en Yemen, el secuestro del primer ministro libanésysu­solasdearr­estosdeclé­rigos, empresario­syotrosprí­ncipesdequ­e esunautócr­atadespiad­adoquenose detendrá ante nada para acabar con sus enemigos. La atracción de Khashoggi por el islam político le ayudó a forjar un vínculo personal con Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, quien ha exigido que Arabia Saudi-

ta explique el destino de su amigo. Desdesumud­anzaaWashi­ngton, representa­ntes del príncipe heredero lo contactaro­n en repetidas ocasionesp­arapedirle­quebajarae­ltonode suscrítica­syparainvi­tarloaregr­esar a casa, les dijo a sus amigos. Sinembargo, Khashoggie­stabaconst­ruyendo una nueva vida. Él y una investigad­ora turca, Hatice Cengiz, habían decidido casarse y establecer­se en Estambul. Maggie Mitchell Salem, una amiga desde hace mucho tiempo, se preocupaba por él y le pidió que le mandara un mensaje de texto cuando fuera a la embajada saudita en Washington. “Élseriodem­íydijo:‘Ay, Maggie, Maggie, no seas ridícula’”, recordó ella.

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