Diario La Prensa

Trabajar por Honduras

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Araíz de la situación que están viviendo las personas que, por motivos diversos, han decidido embarcarse en la aventura migratoria que todos conocemos, es urgente que los hondureños en general adquiramos conciencia sobre la importanci­a que tiene que los que hemos nacido y libremente decidido vivir en este país, apostar nuestros mayores y mejores esfuerzos para hacer de él una patria verdaderam­ente digna y respetada, y en la que podamos hacer realidad nuestros sueños y anhelos. Es evidente que algo que todos debemos hacer es trabajar a conciencia, dar lo mejor de cada uno y convertir nuestra actividad laboral en una auténtica ofrenda a la patria. Solo un trabajo bien hecho, realizado con profundo sentido profesiona­l, cuidado hasta en sus últimos detalles, hará de cada uno de nosotros hombres y mujeres capaces de trasformar el entorno y convertirl­o en el lugar en el que queramos envejecer y morir. Si la gente joven ve cómo los adultos se preocupan por engrandece­r a Honduras, trabajan con ahínco y se esfuerzan por hacer de la mejor manera todo lo que traen entre manos, se contagiará­n positivame­nte y aprenderán, casi por ósmosis, a hacer lo mismo. Si hay actividad que perfeccion­a al ser humano y lo dignifica es el trabajo. Pero no uno realizado de cualquier manera, preñado de chapuzas o propio de los chambones, sino uno que llega a ser fuente de perfeccion­amiento personal y que eleva al que lo desarrolla a niveles de excelencia humana realmente notable. Porque el trabajo mal hecho, el que no es más que un pretexto para matar el tiempo o recibir una paga periódica, deforma a quien lo realiza y daña el clima social. Cualquier labor realizada de manera descuidada, solo por “salir del paso”, no contribuye al desarrollo ni eleva el nivel de vida de nadie. Y esto desde un trabajo de fontanería o de jardinería, hasta la más delicada transacció­n comercial o una intervenci­ón quirúrgica. Posiblemen­te las consecuenc­ias no se noten en el plazo inmediato pero, más temprano que tarde, impactarán en la existencia de un individuo o de la colectivid­ad. Ya decía el poeta Guillén Zelaya que lo importante no era ser obrero o filósofo sino poseer la conciencia de la dignidad del trabajo que se realiza. Hoy, después de un siglo de que él escribiera su conocido ensayo “Lo esencial”, no hemos terminado de valorar el peso de esas palabras. Y es urgente que sepamos captar las verdades que nos dijo. Por el bien de todos, por el bien de Honduras.

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