Señales contradictorias
Mientras el Sínodo sobre los jóvenes sigue adelante, en medio de un silencio que se justifica oficialmente diciendo que así los obispos pueden expresarse con más libertad, otras cosas han sido noticia esta semana. En primer lugar, las durísimas afirmaciones del papa, el pasado miércoles, contra el aborto. No debería ser noticia que un papa, este o cualquier otro, condenara el aborto. De hecho, Francisco se ha manifestado en contra de él en muchas ocasiones. La novedad es que esta vez ha comparado el aborto con los crímenes llevados a cabo, por encargo, por los sicarios. Nunca he oído una afirmación tan dura en la forma, e implica que para el papa los que hacen posible el aborto (los médicos, por ejemplo) son como los asesinos a sueldo, que trabajan para la mafia o para los narcotraficantes. Por extensión, las mujeres que abortan serían comparables a los que encargan esos asesinatos, aunque estoy seguro de que en la intención del papa no estaba llevar la comparación a esos extremos. La segunda noticia la ha protagonizado el cardenal Cupich, arzobispo de Chicago e íntimo amigo del depuesto cardenal McCarrick. No hay que olvidar que poco antes de que estallase el escándalo sexual -pero ya siendo conocido por muchos-, que le supuso a McCarrick perder el cardenalato, Cupich le dio el “premio Francisco”, que se otorga en Estados Unidos a los que más se han identificado con el actual pontífice, y se deshizo en elogios hacia el después castigado purpurado. Pues bien, con esos antecedentes y esas amistades peligrosas, Cupich no ha tenido reparo en declarar a una televisión norteamericana, WTTW, que en Chicago se da la comunión a los homosexuales que viven en pareja. “No es nuestra política negarles la comunión”, afirmó.