Aborto sigue la batalla
Las recientes elecciones norteamericanas, además de dirimir quién manda en el Congreso y en el Senado, han tenido como protagonista menor, pero muy importante el tema del aborto. En dos Estados, Virginia Occidental y Alabama, se aprobaron sendas enmiendas en contra de que el aborto sea considerado como un derecho y a favor de que se supriman las ayudas públicas a los centros abortistas. Los jueces de Alabama, además, han pedido al Tribunal Supremo que se pronuncie sobre el aborto por desmembramiento (cuando trocean al feto en el interior de la madre), que es una de las fuentes de ingresos más suculentas para los comerciantes de seres humanos. No mucho antes de las elecciones, y con influencia en ellas, se produjo la feroz campaña contra el juez Brett Kavanaugh, propuesto por el presidente Trump para el Tribunal Supremo. Católico practicante y convencido pro vida, se desataron contra Kavanaugh todos los infiernos. Fueron varias las mujeres que le acusaron de haberlas violado, a pesar de lo cual, y por falta absoluta de pruebas, fue aceptado para esa importante magistratura. Pero si las acusaciones tuvieron un eco no solo masivo en Estados Unidos, sino mundial, ha pasado casi desapercibido el arrepentimiento de una de las acusadoras, que ha confesado que, al menos lo suyo, era falso y que el objetivo era impedir que Kavanaugh llegara al Supremo. De hecho, uno de los proyectos del Partido Demócrata, una vez conquistada la mayoría en el Congreso, es lanzar un “impeachment” (proceso de destitución) contra este juez, además de querer hacerlo contra el propio presidente norteamericano. El motivo no es otro que la oposición al aborto de una persona que, hasta que no se demuestre lo contrario, es y ha sido honorable durante toda su vida.