Premisas para diálogo fructífero
De acuerdo con las declaraciones del señor Garafulic, el diálogo nacional ya ha rendido sus frutos, pero debe continuar algunas semanas más. Como es natural en temas políticos, los consensos no son siempre fáciles, pues cada sector se resiste a ceder en la medida que ve sus intereses afectados. Sin embargo, es necesario que los hondureños sigamos confiando en que solo desde las instancias de diálogo podemos resolver los problemas del país y, finalmente, emprender el camino del desarrollo. A veces se nos olvida que para que haya diálogo es imprescindible que haya desacuerdos. Si todos pensáramos de la misma manera no habría necesidad de contrastar puntos de vista y el monólogo sería largo, rutinario y aburrido. Solo en los países en los que se ha impuesto un modelo de pensamiento único, China Continental, Irán o Cuba, para poner tres ejemplos, los ciudadanos que disienten de las posturas gubernamentales no pueden exponer públicamente, y a veces ni en privado, su visión del mundo, y menos criticar a la ideología dominante. Y eso solo pueden soportarlo los que, por años, han sido sometidos a un deleznable lavado de cerebro o los que forman parte de la nomenclatura oficial o reciben favores de ella. Para los que hemos nacido y vivido en el Occidente democrático y civilizado, con acceso irrestricto a las redes sociales y con una libertad de prensa que no siempre valoramos en su justa dimensión, el solo pensar en la posibilidad de que se nos restrinja el derecho a ser informado por la fuente que nos apetezca o de vivir bajo la prohibición de acceder a Facebook o a Twitter nos produce una desazón más que razonable. De ahí, no importa que se tomen más semanas o meses, o que algunos se levanten temporalmente de la mesa, pero que continúe el diálogo, por el bien de todos. Lo que sí hay que cuidar es que el diálogo continúe a partir de unas premisas básicas, y la primera es que haya rectitud de intención, sinceridad, de parte de los protagonistas; es decir, que ninguno de ellos vaya con la intención de torpedear el proceso o con el propósito de convertirlo en un ralentizador de las transformaciones que se necesitan. Luego, y esta es la premisa que debe presidir por completo del diálogo, pensar antes en Honduras que en partidos o grupos de poder. La masa crítica está a la expectativa, y los enemigos de la paz y la concordia listos para encontrar justificación a sus desmanes. No les demos, a estos últimos, excusas para implementar sus antipatrióticos planes.