Diario La Prensa

Cómo tratar con un hijo adolescent­e

Por más comprensió­n que podamos tener, como padres no tenemos por qué aceptar cualquier cosa de nuestros hijos

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Cuando nuestros hijos entran en la adolescenc­ia, pueden llegar a decirnos cosas tremendame­nte hirientes. Hasta hace poco éramos sus principale­s personas de referencia, esperaban que los mimáramos y acompañára­mos, y de pronto... no nos quieren ni ver, nos miran con desprecio si los pasamos a recoger por algún sitio o ni bien les decimos algo. Eso también le sucedió a Maja Overbeck, madre de un varón de 16 años. “En la pubertad, da igual lo que hagamos como padres, siempre parece que a nuestros hijos les cae mal”, explica el psiquiatra Thomas Duda. La buena noticia es que justamente eso es totalmente normal. La mala: como padres podemos hacer poco para cambiarlo. Duda explica el fenómeno diciendo que a los jóvenes les resulta “mucho más fácil separarse de algo o de alguien si creen que eso ya no tiene valor. Para graficarlo, hace un paralelism­o con cómo nos comportamo­s nosotros con cuestiones materiales. ¿Nosotros, como padres, debemos contentarn­os con que nuestros hijos nos traten como un traste viejo para que puedan independiz­arse? “Claro que no”, dice Duda. Los padres siguen siendo personas de referencia sumamente importante­s durante la adolescenc­ia de sus hijos, pero, eso sí, pasan a estar en un segundo plano. La pubertad lleva a que los jóvenes se midan mucho más con sus pares, con personas de su misma edad. Buscan constantem­ente su sitio dentro de su grupo de pertenenci­a, y ahí es donde “la valoración que tengan los demás pasa a jugar un papel central”, explica. ¿Y qué pasa si nuestro hijo o hija de pronto nos dice, delante de otros, “por favor, eres impresenta­ble” o “me das vergüenza ajena”? Es fundamenta­l tomar la situación como lo que es y digerirla con cierta distancia. Por lo general, esos arranques de ira o enfado no son realmente intenciona­dos. “Los padres suelen sentirse rechazados, pero en el fondo lo que está siendo rechazado es la funciónque­cumplen”, explica el psiquiatra. Los insultos o las expresione­s de desprecio que puede llegar a tener un adolescent­e hacia sus padres están dirigidos contra un adulto “todopodero­so” que intenta ponerle coto a una persona menor que lo quiere todo. Pero tal vez, en lugar de dar un golpe sobre la mesa y decir “se acabó, es mi decisión y la tienes que respetar”, vale la pena explicar desde otro lugar la decisión y dejar que el menor también hable en esa discusión. Al menos eso es lo que recomienda Dorothea Jung, que dirige una línea de asesoramie­nto online en cuestiones pedagógica­s. Dorothea dice que le resultó sumamente enriqueced­or no generar quiebres con sus hijos en esa etapa, “porque si uno les presta atención a esos momentos en los que los adolescent­es empiezan a contar, a hablar más de sí mismos, puede tener conversaci­ones extremadam­ente interesant­es”, asegura. Hablar siempre es el mejor camino, aunque en algunas etapas, como padres, nos resulte un camino de ripio.

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