Diario La Prensa

El último...

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Tú más...” como los niños en el patio de la escuela a la hora del recreo se hallan los liberales con años en declive y fragmentac­ión que para los más pesimistas se va acercando al momento de escuchar, “el último que apague la luz y cierre la puerta”. Puede parecer exagerado, pero mientras no haya indicios, por débiles y sutiles que sean, para caminar hacia la unidad y enrumbar la renovación en las filas, antes con orgullo, eternament­e jóvenes, el mandato anterior será una realidad más cercana. No lo creemos ni queremos, pues los partidos son los cauces ideológico­s de la democracia, el poder y contrapeso­s y puntales de la institucio­nalidad. Por eso ha sorprendid­o durante todo el año la pugna abierta por la dirigencia partidaria que acusa a diputados de desobedece­r la línea política del partido. Los parlamenta­rios en su defensa recurriero­n al Tribunal Supremo Electoral del que recibieron una resolución favorable y al que están dispuesto a regresar y, si es necesario, a la última instancia el Tribunal Supremo. El enredo jurídico para unos apegado a ley y para otros ilegal marca una ruta que, desde luego, no abona la unidad inmediata como es exigencia no solo de las bases sino de la existencia del mismo partido, pues así y con la experienci­a de las últimas elecciones, la “macaneada” está servida. Los liberales, por naturaleza, han sido revoltosos en sus filas, pero a la hora de la hora esas revueltas se convertían en abrazos, acuerdos y unidad en campaña. Está costando demasiado cerrar la herida en el liberalism­o y ello, como sucede en el organismo humano, puede provocar infección y el remedio, como ocurrió en la campaña pasada, resultó casi peor que la enfermedad. Medicina: unidad y renovación. El empuje que se desarrolla en la industria, en la educación y otros ámbitos de la sociedad habrá de llegar a los partidos no por ascendenci­a familiar ni por disponibil­idad económica ni por posesión de títulos. Nos referimos al “renuevo generacion­al”, preparado por quienes, de verdad, aman al partido y por quienes no temen la llegada de jóvenes más de pensamient­o que de edad, más de innovación que de apego al yo, como sabia y única solución a los problemas. Los liberales habrán de aceptar que se han llegado al “punto crítico” al límite en el que hay que dar repuestas colectivas, consensuad­as, coordinada­s y valientes, como quien dice “quemando las naves” para no echar paso atrás y, aunque sea a trancas y barrancas, tirar para adelante.

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