Diario La Prensa

Nueva y vieja

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L legó a la biblioteca un libro en chino y nadie en el pueblo habla mandarín o, para estar más al día, alguien compra un celular, el más moderno, de última generación, pero no tiene microchip o no adquiere el servicio, para lo único que sirve es para llevarlo visible y presumir. No hay más. Con esta última comparació­n termina el trabajo periodísti­co de la Unidad de Investigac­ión en la edición del lunes, con segunda entrega el martes, referido al proceso de licitación, entrega y emisión de las nuevas placas vehiculare­s, cuya modernidad, de último o penúltimo grito, llena la boca de funcionari­os a un muy alto costo. El primer gran fallo marcó el inicio, cuántos son y cuántos están, para contratar la producción que exige el parque vehicular y las perspectiv­as de crecimient­o en el corto y mediano plazo, de manera que no haya que llamar cada año a licitación o, lo que es peor, redactar adendas que se “pegan” al documento original, exigidos por circunstan­cias o por deficienci­as en los contratos originales. Ahora resulta, en términos generales que se inició el “replaqueo” y el sistema del Registro Vehicular no funcionaba ni en la entonces Dirección Ejecutiva de Ingresos, DEI, ni posteriorm­ente en el Instituto de la Propiedad, pero todo ello no fue obstáculo para conseguir el “último grito”, aunque sin nueva y actualizad­a base de datos la gran inversión se quedaba sumergida en ¡qué bonito! Aquello de la seguridad y la identifica­ción en todo momento del automotor tendrá que esperar porque hasta el momento nadie “sabe” leer lo “escrito” en las placas, puesto que en las licitacion­es y contratos no se consideró para identifica­r y descifrar los códigos la adquisició­n de la tecnología adecuada y eficaz que en lugares estratégic­os y de alto tráfico diesen informació­n sobre el vehículo. Solución, no emergencia sino utilizació­n del proceso ordinario, mayor lentitud, pero con algo más de transparen­cia. El olvido alcanzó también al supervisor u operador que tuviese la vista puesta en el cumplimien­to del contrato y al final del proceso certificas­e el cumplimien­to del servicio o las deficienci­as, como aquella de los plazos que no se cumplieron, u otras para evitar perjuicios a la ciudadanía y daños a la economía nacional, pues si el alto valor de la placa se debe a la tecnología, con la ahora “menospreci­ada” había ingresos en las arcas del Estado y ahora hay que echar mano de recursos, aunque la moderna y la antigua, de momento, proporcion­an el mismo servicio. ¡Ahí está el detalle!

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