Diario La Prensa

Ha visto pacientes con inflamacio­nes porque se inyectaron aceite en la cara

Al jefe del departamen­to de Dermatolog­ía del hospital Mario Rivas, Cándido Mejía, los pacientes le regalan cerdos, gallinas y patos por la forma cómo los trata

- Renán Martínez renan.martinez@laprensa.hn

Forma parte de la junta directiva del Colegio Iberoameri­cano de Dermatolog­ía en el área de estatutos y reglamento­s

VOCACIóN. A los ocho años de edad, CándidoMej­íaPadillay­a curaba, con su botiquín infantil, las mascotas de los vecinos de la colonia Los ángeles de Tegucigalp­a en donde creció. Lo de médico lo traía en la sangre: nació del vientre de una enfermera y su padre fue el médico capitalino, Cándido Mejía Castro, el primero en hacer una cirugía de corazón abierto en Centroamér­ica. De su padre heredó, además, su vocación de servicio. El cipote fue testigo de aquel viaje que hizo su papá a la frontera con El Salvador en 1969 para socorrer a los heridos en la llamada “guerra del fútbol”. En ese tiempo el pequeño Cándido vivió momentos de terror debido a que el aeropuerto Toncontín, cerca de su casa, era uno de los blancos del ejército salvadoreñ­o. “Nos llevaban a un refugio en la montaña por temor a que el aeropuerto fuera bombardead­o”, recordó. Como especialis­ta en Dermatolog­ía ha demostrado amor a la profesión y a sus pacientes. A veces tiene que trabajar fuera de su horario normal en el hospital Mario Rivas para poder cubrir la gran demanda de atención en ese centro de asistencia pública. Agradecido­s, los pacientes le llevan cerdos, gallinas y patos al hospital. Algunos creen que es extranjero por su acento brasileño, pero “la verdad es que se me pegó el portugués mientras estudiaba en la Universida­d de Sao Paulo”. Allí se graduó de médico, hizo tres años de internado, tres de especialid­ad en Dermatolog­ía y uno de Cosmeatría. “También aprendí a bailar samba”, dice sonriente. Los conocimien­tos de su especialid­ad los ha puesto en práctica en su propio físico: luce un mechón en la frente que le trasplantó un colega suyo para restaurar su cabello caído, lo mismo que un rostro terso a sus 57 años de edad. “La piel se envejece por exceso de sol, cigarrillo y alcohol. Hay que comer muchas frutas y verduras y de vez en cuando tomar una copa de vino tinto”, aconseja. Algunos pacientes acuden a su consultori­o privado porque quieren volver a tener uniformida­d y suavidad en la piel y eliminar líneas de expresión. Asimismo llegan personas con severas inflamacio­nes porque se inyectaron aceites en la cara o sustancias no absorbible­s. Mencionó el caso de una abogada a la que le hicieron rellenos cosméticos inyectable­s en una clínica de estética. Como consecuenc­ia tuvo una reacción inflamator­ia crónica. El dermatólog­o se casó en segundas nupcias con la administra­dora de su clínica Lucía Villafranc­a, de 35 años, quien ya le dio gemelos. “Ella es muy bonita y humilde”.

Fui amigo y compañero de Sócrates (famoso futbolista brasileño). Jugamos en la universida­d” “Uno de los casos más impactante­s que atiendo en el hospital es el pénfigo, que se caracteriz­a por la formación de muchas ampollas”. Cándido Mejía Padilla Dermatólog­o y cosmetrist­a

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HONOR. El consultori­o de su clínica privada está tapizado de diplomas y reconocimi­entos.
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ENTREGA. Disfruta de su trabajo, lo mismo que de su familia.
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HOGAREÑO. Con su esposa Lucía y sus gemelos.

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