Diario La Prensa

El perdido arte del servicio

- Francisco Gómez fargo77@hotmail.com

Hace unas noches, a la salida de mi oficina, me detuve en uno de los restaurant­es que existen en la ciudad con la intención de comprar algo de comer y disfrutarl­o en casa. Mala decisión. Me vendieron “no hay” y maltrato. Es comprensib­le que los empleados se cansen y al final de sus turnos estén más pendientes de salir que de atender. Es comprensib­le que las cadenas de abastecimi­ento fallen y los productos se acaben. Pero siempre existe una manera servicial de dar una respuesta, si trabajas en una actividad de servicio. Lo preocupant­e de esto es que cada vez es más frecuente en cualquier actividad comercial. Cómo que se les olvidó aquello de que “el servicio vende”. Y a pesar que es una parte importante del entrenamie­nto en empresas, centros de enseñanza e, inclusive, se dan seminarios pagados sobre el tema, lo cierto es que no se puede ofrecer algo que no tienes en tu personalid­ad. El servir es natural, es como una vocación. Para eso existen profesione­s y actividade­s de servicio, porque se trata de ofrecer soluciones con el deseo de hacerlo. Pero en la actualidad esa actitud se ha perdido. Y no están las personas indicadas en los puestos correctos. Y las empresas no se han preocupado en identifica­r el personal adecuado en puestos de servicio. Y donde más se hace notar esto es en los lugares donde la oferta esta relacionad­o con alguna necesidad básica. Pareciera que esta cultura de la confrontac­ión en la que vivimos ha dejado su huella también en las relaciones comerciale­s de servicio. No tienen el deseo de agradar al cliente. No se preocupan de obtener su fidelidad. Y eso solo se consigue con buen servicio, cordialida­d y genuino interés de solucionar las necesidade­s del comprador. Porque la palabra clave en esta relación es esa, fidelidad. Eso debe ser el objetivo. Tener un cliente seguro para toda la vida. Y que ese cliente sirva de propaganda entre su círculo de amistades. Saber que el hecho de escoger un producto, una marca, un servicio entre tanta oferta, establece una relación de reciprocid­ad. En un libro publicado en 1910, La ciencia de volverse rico, Wallace D. Wattles, dice en relación a la oferta de un servicio, “Dele a todos más en valor de uso de lo que usted se lleva en valor monetario. Así, usted estará agregando más a la vida del mundo en cada transacció­n comercial”. Ese es el verdadero sentido del servicio. Dar más de nosotros de lo que obtenemos en dinero en cada negocio que llevemos a cabo. Que el cliente perciba interiorme­nte que obtuvo más de lo que pagó. Y es indudable que si se da de más, se obtiene de más. A la larga, con el tiempo, esa es la abundancia con que el universo premia. Y esa es la interpreta­ción del segundo párrafo de la cita arriba expuesta. Pero hay que tener claro que dar un servicio implica eficiencia, puntualida­d, amabilidad, excelencia. No admite excusas o demoras. Los negocios de cualquier índole que ofrecen un servicio más allá de la mera obligación, siempre tendrán clientes fieles, agradecido­s y consciente­s que en ese lugar obtienen más de lo que pagan. Porque el valor de uso, el valor real de un bien que adquieres, es la impresión que te queda luego de haberlo comprado. Y a pesar de la falta de educación, cultura y buenos modales en los humanos de hoy, todavía existen profesioni­stas y empresas que ofrecen servicios de excelencia. De una manera genuina se compromete­n con sus clientes en satisfacer­les sus necesidade­s porque los clientes buscan amabilidad y excelencia, es un derecho que los asiste y están dispuestos a pagar por ello.

“LOS CLIENTES BUSCAN A MABILIDAD Y EXCELENCIA. ESUN DERECHO QUE LOS ASISTE Y ESTÁN DISPUESTOS APAGAR”

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