Diario La Prensa

Pericia de piloto evita tragedia en Toncontín

La avioneta privada aterrizó de emergencia en el aeropuerto capital in o al presentar fallas mecánicas en su tren de aterrizaje

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TEGUCIGALP­A. Fue un aterrizaje crítico. La avioneta Piper PA-31T Cheyenne, con matrícula N31FD, sobrevoló durante una hora y 38 minutos los alrededore­s del aeropuerto internacio­nal Toncontín y fue solo gracias a la experienci­a del piloto que todo resultó con final feliz. Tras cuatro intentos fallidos por tocar pista, descender de forma segura a tierra parecía imposible. Un fallo en el tren de aterrizaje atoró las llantas y al final solo pudo bajar una: la del lado izquierdo. Pese a la situación, el piloto Jorge Alberto Portillo Rojas, con 36 años de experienci­a y de la Promoción 81 A de la Academia de Aviación de Honduras, maniobró, intentó descender la aeronave, quemó combustibl­e y una vez en posición colocó la única llanta en la pista y mantuvo el ala derecha en el aire. Eso le permitió, según expertos, hacer un aterrizaje perfecto pese a la contingenc­ia. Al descender, pegó con la parte inferior del fuselaje y evitó así un percance mayor. El avión avanzó aproximada­mente 20 metros y luego se desbordó de la pista, derrapando hacia la derecha. “Se hizo una aproximaci­ón adecuada, tocó la pista de manera adecuada para que el avión no se diera vuelta. Aproximó al lado izquierdo de la pista para que al caer el avión no tuviera mucha velocidad, y fue un aterrizaje perfecto”, explicó un piloto de la Fuerza Aérea Hondureña. A la 10:56 am, la aeronave que mantuvo en vilo al oshondureñ os tocó pista y los cuatro ocupantes de la aeronave: William Liston Pitmari, David Ricardo Bueso Anduray, Víctor Samuel Wilson y el piloto Jorge Alberto salieron ilesos.

La emergencia. La aeronave salió de Tegucigalp­a con destino a Belice a las 9:16 am, pero retornó minutos después. El cielo estaba despejado, el viento a favor y todo parecía ser día cotidiano. Las fallas mecánicas hicieron que el piloto se comunicara con la torre de control para comunicar la emergencia. El aeropuerto Toncontín se cerró. Los ojos de los empleados del aeropuerto, cuerpos de socorro y periodista­s, estaban puestos en los movimiento­s de la aeronave. Eran momentos de tensión. Los protocolos del aeropuerto se activaron de inmediato. El único camino que tuvo el piloto fue aterrizar sin tren de aterrizaje, y con las maniobras se evitó una tragedia. En varias ocasiones hizo intentos de aterrizaje, pasando al ras de la pista del internacio­nal aeropuerto y tomando vuelo hacia la escultura del Cristo de El Picacho. Desde el suelo se podía ob-

servar que el avión de pequeñas dimensione­s solo llevaba activada una de las tres ruedas del tren de aterrizaje. Para muchos el considerad­o peligroso aeropuerto capitalino estaba a las puertas de otra tragedia, debido a que aterrizar ahí es una aventura impredecib­le para cualquier piloto. A las 10:16 am ya había pasado una hora desde que el avión había partido y los nervios de todos se aceleraban. Al fin tocó tierra y miembros del Cuerpo de Bomberos atendieron a los pasajeros y procediero­n a las tareas de enfriamien­to para evitar que la avioneta explotara. A la 1:00 pm se abrieron de nuevo operacione­s en el aeropuerto.

“En las manos de Dios”. Las autoridade­s informaron que altos ejecutivos viajaban en la avioneta que aterrizó de emergencia ayer en el aeropuerto internacio­nal Toncontín. Víctor Wilson es el gerente de Granjas Marinas y además es presidente de la Asociación Nacional de Acuicultor­es de Honduras (Andah). David Ricardo Bueso es un ejecutivo de Banco Atlántida en Honduras, y William Lis- ton Pitmari, un inversioni­sta extranjero. El piloto Jorge Alberto Portillo Rojas ha sido instructor de vuelo de varias generacion­es dentro de la Fuerza Aér aH ondure ña( F AH ). Es calificado como uno de los más experiment­ados pilotos que tiene esa institució­n y quien se retirará de la institució­n armada el próximo 11 de diciembre. Ayer Portillo efectuaba un vuelo privado, como parte de las actividade­s personales que desarrolla fuera de la institució­n militar, y a criterio de sus compañeros tuvo la templanza, el control, para tomar la decisión más acertada en las maniobras para un aterrizaje que evitó una tragedia. Tras la caída fueron auxiliados y evacuados, todos fueron llevados a una evaluación médica y se encuentran en perfectas condicione­s. “En esos momentos, uno sabe que está totalmente en las manos de Dios, porque no hay nada que hacer...” Así de contundent­e y estremeced­ora fue la reacción de Víctor Samuel Wilson después de salir ileso del aterrizaje forzoso que ocurrió ayer y que para fortuna de todos los que viajaban acabó con final feliz.

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Tras cuatro intentos fallidos por tocar la pista de la terminal aérea, el piloto Jorge Alberto Portillo logró la hazaña. Los tres pasajeros resultaron ilesos.
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