Del G20 al desarrollo rural (segunda parte)
Esta cumbre del G20 es la gran oportunidad para que los líderes comiencen a pensar que la agricultura sostenible no solo es un concepto académico para atraer pequeños proyectos de organismos de cooperación, cuyo legado es el asistencialismo y la dependencia. Es momento de desarrollar las regiones del país, desconcertar la gestión para llegar a lo rural con verdaderas estrategias y planes de desarrollo de impacto y no solo con el maniqueísmo político de que el campo es menos que la ciudad y por tanto, solo se le dan las migajas de una transferencia que resulta pírrica cuando se confrontan los indicadores sociales con el desarrollo sostenible de las aldeas. El gran reto es enfocarse en la economía rural, en la familia rural y en los productores rurales para fomentar prácticas agrícolas innovadoras que atajen de raíz el creciente flajelo de la migración. La agricultura sostenible pasa por una economía sostenible, justa, humana. Y esta a su vez pasa por la gestión eficiente, transparente y honesta de los suelos, del agua y de los ríos, conforme lo plantea el G20 en el principio de Hábitat Sostenible. Además, Honduras debe enfocarse en la protección de su biodiversidad para reducir el otro gran problema que agobia no solo a la producción sino a la vida misma del ser humano, de los animales y de las plantas: el cambio climático. De modo que, nuestro país debe dejar de enfocarse en esa política de desarrollo abiertamente antivida, como lo es el neoliberalismo a ultranza en el desarrollo macro que plantea el Fondo Monetario Internacional (FMI) y menos en ese “desarrollo de endeudamiento” para concentrarse en una política económica que priorice el desarrollo sostenible en el que salgamos gananciosos todos, pero sobre todo, los habitantes de las regiones, los rurales, los campeños y la naturaleza misma. FREDY TEJADA