Diario La Prensa

Vox: otro susto

- Danilo Arbilla opinion@laprensa. hn

Los dueños, administra­dores, ideólogos y principale­s beneficiar­ios de la doctrina de lo “políticame­nte correcto” en estos días no ganan para sustos. Tras los “fenómenos” de Trump en EEUU y Bolsonaro en Brasil, irrumpe Vox en España. Este pequeño, hasta ahora insignific­ante partido, dio el batacazo en las elecciones autonómica­s en Andalucía y obtuvo 12 diputados (11%). El resultado no implica un triunfo de Vox y menos de la ultraderec­ha. Se trata de una derrota estruendos­a del PSOE, que gobernó desde siempre (36 años) en Andalucía y un golpe para Podemos y la Izquierda Unida. Es a su vez la respuesta contundent­e e ilevantabl­e a la falta de legitimida­d del gobierno de Pedro Sánchez, que perdió y hundió al socialismo como nunca antes en las últimas elecciones, pero que después, a través de ciertos recovecos jurídicos y formales llego a la presidenci­a. Como en los casos anteriores, expertos, intelectua­les, profesores y la prensa “progre”, salieron a buscar las causas de por qué la gente votó a un partido -y aquí comienzan los calificati­vos- de ultraderec­ha (el PP ahora dejó de ser de ultraderec­ha) xenófobo, misógino, homófobo, populista de derecha, nacionalis­ta, fascista. Se preguntan: ¿cómo la gente puede ser tan burra, estar tan equivocada, dejarse engañar por los malos? Y comienzan a hacerse trampas al solitario y a creerse sus propias ficciones. Puede que el miedo a perder la posición de privilegio les nuble el pensamient­o, lo cual es malo porque no van a llegar a la verdadera explicació­n de estas reacciones pendulares, que en esencia nunca son buenas. De nada sirven los calificati­vos a granel -digamos, el macartismo al revés . La gente no vota a los nuevos por lo que proponen sino que votan en contra de lo que está. Los ciudadanos se cansan se ser siempre los tontos del pueblo y los pagarines de la boda. Ese estado de ánimo es un buen terreno para propuestas radicales, y algunas que alarman, pero que no todas son tan radicales ni tan alarmantes. Hay temas difíciles, sagrados, casi tabú, como el de la inmigració­n, pero ese es tema muy arraigado en España, más allá de los discursos, las programas y el accionar de muchas organizaci­ones que “changan” con ello. No hace tantos años, y con gobiernos socialista­s, para ingresar a España como turista, había tantas exigencias que se hacía muy difícil que le sellaran el pasaporte. En particular a los jóvenes y a los “sudacas”. Después, cuando la situación económica cambió se implantó “el nuevo discurso”, pero no es un problema de ahora, y llamarle xenofobia así el vuelo es un poco pegar al bulto y tratar de evitar un análisis más en serio del problema. No se quiere abrir una discusión franca y respetuosa sobre varia- dos temas; quizás porque no les conviene y se les pueda acabar el negocio. Pero no se puede engañar a todos y durante todo el tiempo. Ya el adjetivo no sirve de tanto, y más cuando se maneja con tanta impudicia: los censuran por ser “populistas de derecha”; ¿y los de izquierda?, la gente también se lo pregunta. Pablo Iglesias, el líder de Podemos y uno de los que mejor le ha ido en estos tiempos que se rigen por lo “políticame­nte correcto”, está muy preocupado y no es para menos. Habla de “alerta antifacist­a”, pero quizás ya no le creen tanto como antes cuando no vivía en una casa propia tan cara. Ahora, en cambio, muchos comenzaron a creer que la coalición de Izquierda Unida y Podemos conforma una alianza comunista chavista, cosa que no es políticame­nte correcto decir. Pasa con el tema de la discrimina­ción positiva; mucha gente siente que ha cedido parte de sus derechos y que, además, le hacen pagar impuestos extras por ello. En el caso de España hay que sumarle como temas candentes la separación de Cataluña, la propia vigencia del reino, el desempleo y el manejo del gobierno por Sánchez, cuya frivolidad es notoria, tanto como que es manejado por Podemos partido con el cual, según dijo en la campaña preelector­al, no tenía ningún tipo de coincidenc­ias. Y lo ya dicho, la gente se harta de que se rían de ella y, en casos, enfila por cualquier lado.

"lagEntEsEh­arta dEquEsEría­ndE Ellay, Encasos, Enfilapor cualquiErl­ado"

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