Diario La Prensa

París está bajo el fuego

Los ladrones aprovechan las manifestac­iones de los chalecos amarillos para saquear en las tiendas Las protestas contra los impuestos a combustibl­es cumplen la tercera semana

- Agencia AFP redaccion@laprensa.hn

Los barrios del oeste de París vivieron ayer una vez más la acción de los vándalos que aprovechan la manifestac­ión de los

chalecos amarillos en contra del Gobierno.

PARÍS. Los barrios acomodados del oeste de París vivieron ayer una vez más la acción de los vándalos, que vinieron, aprovechan­do la manifestac­ión de los chalecos amarillos, a reventar y saquear las tiendas bajo la mirada inquieta de los vecinos. Delante del parque Monceau, compuesto de reproducci­ones de antiguas ruinas y donde normalment­e pasean las familias de este barrio distinguid­o de la capital, un coche está en llamas, y algo más lejos un supermerca­do es saqueado. En otra parte, una tienda de golf, un restaurant­e y una tienda de informátic­a son víctimas de pequeños grupos de jóvenes. Estos vándalos, sin ninguna reivindica­ción social y venidos por la tarde después del comienzo de las manifestac­iones de los chalecos amarillos, se sumaron poco a poco al movimiento. Tienen todos una veintena de años, suelen ir vestidos de negro, enmascarad­os y siempre con una capucha. Las escenas de saqueo, rápidas y violentas, afectaron esta vez principalm­ente a las calles más alejadas de la avenida de los Campos Elíseos, adonde había un gran número de policías desplegado­s y donde los comercios se atrinchera­ron. En una calle cercana al parque Monceau, a pesar de las proteccion­es de madera, una tienda ha sido forzada. La alarma suena sin parar y algunos jóvenes han entrado. “¡Agarra un Oasis!”, una bebida azucarada, grita uno de ellos. Gregor, vecino del barrio, trabaja en la construcci­ón. “Tengo mis herramient­as en mi camión, estoy vigilando, es la tercera vez que bajo a verlo”, comenta.

“Es una vergüenza ver a la gente que saquea”, añade. Entre dos salvas de gas lacrimógen­o, los vándalos atacan los pocos escaparate­s que no tienen protección, lanzando algunos adoquines, o dando golpes con palos o barras de hierro. Solo dura unos segundos, constata una periodista de la AFP. Un hombre vestido de negro, con el rostro cubierto, dice haber “disfrutado” cerca de la estación de Saint-Lazare “saqueando cosas”. “Tenía camisas de unos 300-400 euros, pero luego perdí mi bolsa, estoy asqueado”, cuenta a una periodista de la AFP. En el cercano bulevar de Malesherbe­s, al final de la tarde, un grupo de unas decenas de jóvenes ataca a pedradas un supermerca­do, después de haber desvalijad­o una tienda de alcohol. La puerta acristalad­a cede rápidament­e bajo los golpes. Los jóvenes se precipitan a gritos dentro de la tienda para vaciar las estantería­s. Una descarga de gases lac rimóge nos( lanzado sporl os policías desde más abajo) se cierne sobre los ladrones, que se dispersan rápidament­e, destrozand­o a su paso las ventanilla­s de los coches allí aparcados. Cerca, una óptica ha sido literalmen­te desvalijad­a. “Se lo llevaron todo, todo, todo”, se lamenta el propietari­o.

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