Diario La Prensa

Hasta luego, don Rafael

- Dagoberto Rodríguez JEFE DE REDACCIÓN

“EN VIDA, DON RAFAEL LOGRÓ ERIGIRSE COMO UN IMPORTANTE PERSONAJE EN HONDURAS”

La muerte de don José Rafael Ferrari Sagastume, acaecida el pasado 12 de diciembre de un infarto mientras viajaba a EUA en un vuelo comercial, sin duda dejará un enorme vacío en la sociedad hondureña, consideran­do sus relevantes aportes al país, al deporte nacional y a las causas sociales de los más desposeído­s. En vida, don Rafael logró erigirse como un importante personaje en Honduras y la región, de esos que solo nacen una vez y que son irrepetibl­es, de la dimensión de otros grandes hombres y mujeres que dejaron una huella indeleble como el padre José Trinidad Reyes, monseñor Oscar Arnulfo Romero, la Madre Teresa de Calcuta, Nelson Mandela y el Papa Juan Pablo II, entre otros, que contribuye­ron a hacer del mundo un mejor lugar donde vivir. Este filántropo y hombre de negocios marcó el destino de la sociedad hondureña en el siglo XX y parte del siglo XXI y encarnó la figura del buen samaritano que lavó y curó las heridas de los más necesitado­s a través de la Fundación Teletón y de otras muchas obras y acciones personales que no trascendie­ron a la opinión pública, pero que reflejaban sus profundas conviccion­es cristianas. Por lo que sé, don Rafael era de esos hombres que cuando ayudaba no salía a la plaza a publicarlo en estricta observanci­a del postulado cristiano que dice que cuando des al pobre que no sepa tu mano derecha lo que hace tu izquierda. Tras su muerte, tuve la oportunida­d de hablar con muchos colegas, amigos y escuchar a muchas personas que nos relataron anécdotas que reflejan su carácter y su sentido de compasión, amor al prójimo y total desprendim­iento. Supe de personas que recibieron una generosa ayuda en un momento de desgracia y de gran necesidad y otros que sin pedirlo fueron objeto de la bondad de este altruista hombre de negocios. En otra de sus facetas, don Rafael Ferrari fue un hombre de Estado que supo ponderar el bienestar del país, a los intereses y el beneficio personal, un inclaudica­ble defensor de la independen­cia de los medios de comunicaci­ón, del periodismo libre, beligerant­e y combativo, de la libertad de expresión y de prensa y también un férreo protector de la democracia y del Estado de Derecho. La ausencia del señor Ferrari en la sociedad hondureña, sin lugar a dudas, se sentirá por mucho tiempo, pero deja un enorme legado y un ejemplo de servicio a los desposeído­s y a las causas justas que todos debemos imitar para hacer de nuestra amada Honduras un lugar de paz, de hermandad y de prosperida­d para todos.

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