Diario La Prensa

La democracia en Honduras

- Noé Vega NOEVEGA99@GMAIL.COM

Hay tres olas que se han movido en los sistemas políticos latinoamer­icanos en las últimas décadas: la ola de la izquierda con el ascenso de Hugo Chávez en Venezuela y que arrastró a varias naciones suramerica­nas hacia la izquierda política; la segunda ola es la que se ha iniciado con el retroceso de la izquierda y el giro nuevamente hacia la derecha que se experiment­a en la actualidad, y la tercera ola es la desestabil­izadora, que también recorre como pólvora América Latina y sacude a la región centroamer­icana. En medio de ese oleaje estamos nosotros, está Honduras. Los discursos cargados de doctrina, la arengas de un lado y otro, izquierda y derecha, parecen clichés demasiados viejos para que muevan a la gente; la pérdida de identidad de los partidos políticos y su incapacida­d de conectarse con las masas está sobre la mesa. Nosotros no caímos en la ola izquierdis­ta, nos mantenemos por la derecha, pero la ola desestabil­izadora sí nos alcanzó y aquí es donde estamos, en un atasco entre la izquierda y la derecha, producto del trauma de la reelección, que determinar­á si nuestra democracia avanza, se fortalece o, por el contrario, entramos de lleno en esa ola desestabil­izadora que puede acabar con nuestro sistema político. No obstante, hay cosas ciertas en medio de todas estas tesis políticas y sus programas, hay certezas que nos indican la ruta que se debe seguir, hay pautas claras que estos escenarios nos han dado, ya que es claro que la corrupción es el elemento clave que desestabil­iza cualquier sistema político. Corrupción es corrupción y esta afecta a la derecha como a la izquierda. Es la corrupción la que causa la mayor inestabili­dad de la democracia, sea una democracia de derecha o sea de izquierda, es la corrupción la que minó el camino de la izquierda y le preparó su funeral y es también la corrupción la que ya tiene escrito el epitafio para la derecha. La otra certeza es que democracia y pobreza son dos antónimos que no pueden subsistir juntos. El desarrollo de los pueblos es también el desarrollo de la democracia; la pobreza de los pueblos significa la extinción de la democracia. Nadie come de la izquierda o de la derecha, la gente necesita más que política y doctrina socialista. Sea cual fuere el tinte político de los Gobiernos, donde hay pobreza, donde hay miseria, no puede subsistir la democracia, pero tampoco puede germinar la izquierda, si no veamos a Venezuela como el mejor ejemplo. Qué haremos nosotros en Honduras ante estas olas que se mueven por el continente. Somos una democracia, pero aún somos muy pobres, somos una democracia; no obstante, con la amenaza de la corrupción sobre nuestro cuello, somos una democracia, pero envuelta en una inestabili­dad como jamás se la imaginaron los que fraguaron la reelección. Así como democracia y pobreza no son sinónimos, corrupción e inestabili­dad para mí sí lo son, es la corrupción la que produce la inestabili­dad, es la corrupción la que mina la democracia y la hace perder credibilid­ad, es la corrupción la que debilita las institucio­nes y cambia las reglas del juego democrátic­o con institucio­nes serviles. Entonces, el camino es claro para la democracia en Honduras: combatir la corrupción para acabar con la inestabili­dad y atacar la pobreza.

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