Diario La Prensa

Se mueve en silla de ruedas, pero su espíritu está de pie

Tras recibir un disparo en el cuello, Carmen Diosana Castillo Murillo perdió la capacidad de caminar, ahora sorprende por su perseveran­cia

- Jorge Monzón jorge.monzon@laprensa.hn

SAN PEDRO SULA. La vida de Carmen Diosana Castillo Murillo (de 37 años) dio un giro de 180 grados al ser baleada por un asaltante y perder la movilidad de sus miembros inferiores quedando resignada a usar una silla de ruedas. La tragedia ocurrió cuando apenas tenía 23 años, situación infortunad­a que interrumpi­ó de golpe su carrera universita­ria en la Universida­d Tecnológic­a de Honduras (UTH) y su trabajo en una empresa sampedrana.

Al principio todo fue oscuro, la joven quien siempre vivió bajo la fe y principios cristianos se enfrentaba a una prueba de fuego. Tuvo recaídas emocionale­s y fue intervenid­a en múltiples ocasiones, una de ellas fue una traqueotom­ía para reconstrui­r sus cuerdas vocales y parte de la garganta por donde pasó la bala.

La recuperaci­ón primaria duró poco más de un año. Asistió primero al hospital Mario Rivas y luego al Seguro Social en Tegucigalp­a, pero lamentable­mente el diagnóstic­o final fue que usaría silla de ruedas para toda la vida.

“El impacto fue grande porque yo estaba relativame­nte joven, estaba estudiando y no tenía vicios. Mi familia tuvo que hacer varios cambios en la infraestru­ctura de la casa. Yo solo tengo hermanos varones y era bien difícil el acceso y traslado hasta el baño, me deprimí mucho, no quería que nadie me viera, creí que se me habían acabado todas las oportunida­des”, dijo. Sin embargo, Carmen se armó nuevamente de confianza y su

autoestima subió. Al final aceptó su condición.

Fue así que con ayuda de una computador­a, se inscribió en un curso en línea de atención al cliente en el Instituto Nacional de Formación Profesiona­l (Infop); instrucció­n que culminó con éxito.

Para su sorpresa, mediante una base de datos del Infop, fue selecciona­da para laborar en un

banco mediante un programa piloto de inclusión, algo que hizo que Carmen volviera a tener esperanza.

“Me emocioné muchísimo y gracias a Dios lo conseguí. Hicieron todas las remodelaci­ones para que yo pudiera hacer uso de las instalacio­nes, en los baños, en la cocina, parqueo y hasta me acomodaron el escritorio a mi nivel, eso fue

increíble. Mi experienci­a en el programa duró seis meses”, comentó.

Luego, a través de un programa de donación de sillas, conoció a las autoridade­s de la alcaldía, quienes le ofrecieron trabajo de atención al cliente en la recepción de la comuna, donde actualment­e atiende con una sonrisa a los sampedrano­s que van a realizar gestiones.

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