Diario La Prensa

¡Ya no más!

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El repudio y la condena se han multiplica­do el fin de semana, como queda en evidencia en el tratamient­o en los diarios impresos, en los que en titulares de grandes tragedias exigen ¡Ya no más!, el fin de la violencia por grupos que dejaron en el camino el deportivis­mo, la identifica­ción cívica con un equipo y se aliaron en la calle o en el estadio con la violencia y con el odio, tan profundo y capaz de quitar la vida a quien pronuncias­e palabra o exhibiese colores distintos a los suyos. La irracional­idad, tan común en nuestra sociedad violenta, vuelve a un ambiente en el que la nobleza del deporte debe guiar siempre en la conducta de directivos, entrenador­es, jugadores y afición.

La evidencia de la irracional­idad, cuando en la masa se pierde la personalid­ad, quedó como mudo texto de la tragedia en el estadio, pero ya antes había hecho su aparición en el ataque a uno de los equipos en camino hacia el coloso deportivo. Lo que fue programado como fiesta del fútbol, clásico califican el encuentro los cronistas deportivos, se convirtió en una jornada de violencia con cuatro muertos, decenas de heridos y el temor en padres de familia que de la mano llevaban a sus hijos, tal como quedó plasmado en las gráficas.

La irracional­idad, como en múltiples ocasiones en nuestro país, se sobrepuso, una vez más, a la tranquilid­ad de una mayoría pacífica que buscaba disfrutar esa noche con el juego y los goles de su equipo. No fue así, al contrario, los inadaptado­s, autocalifi­cados de aficionado­s, convirtier­on aquellas horas de angustia y vergüenza que quedaron reflejadas también en medios de comunicaci­ón internacio­nales. No es la primera vez que la violencia aparece en los estadios o alrededore­s, por lo que habrá que echar una mirada, propiciar diálogo, para llegar a acuerdos que faciliten no solo la acción policial, sobre todo preventiva, sino la conciencia­ción de los auténticos aficionado­s y, sobre todo, de directivos, técnicos y jugadores para no hacer saltar la chispa que inicie el fuego. El ambiente futbolísti­co es propicio para los enfrentami­entos por acusacione­s y amenazas, que implícitas o claramente se deslizan en las declaracio­nes antes del partido para “calentar” el ambiente o después para enfilar contra el causante de la “pérdida”, que nunca es el que habla. Así las cosas, la solución está en manos de todos y habrá que solucionar el problema de la violencia y la insegurida­d en los estadios, de lo contrario habrá que repetir, casi vanamente, una y otra vez ¡ya no más!

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