Diario La Prensa

¿Qué tenemos que hacer?

- Santiago Martín Opinion@laprensa.hn

Una persona y una Iglesia anémica, sin espiritual­idad, no soportará la persecució­n; una Iglesia dividida, tampoco. La unidad solo se puede lograr en torno a la Palabra de Dios y a la actualizac­ión del mensaje de forma fiel y coherente con esa Palabra y con la Tradición.

Pensar que no nos van a perseguir si nos adaptamos al mundo es ignorar que mientras quede en nosotros algo de fe en Cristo seguiremos siendo molestos y seremos perseguido­s; solo renunciará­n a la persecució­n cuando estemos totalmente insertados en el sistema y hayamos asumido completame­nte lo que nos exige el nuevo orden mundial: aceptar que no tenemos la plenitud de la verdad, que somos una religión entre otras y con el mismo valor que otras, y que Cristo es solo un gran profeta -como muchos otros-, pero de ningún modo el Hijo de Dios hecho hombre. No debemos engañarnos, habrá persecució­n mientras no haya rendición total.

Por eso es muy importante lo que pasa en China. Lo más significat­ivo es que allí los que están protestand­o -representa­dos por el cardenal Zen y por muchos obispos y sacerdotes­son los que quieren ser perseguido­s antes que renunciar a la fidelidad a Cristo.

Prefieren la cárcel antes que la traición, y lo que les duele no es que sus iglesias estén siendo derruidas, sino que tengan la impresión de que es la propia Iglesia la que les pide que se sometan al Partido Comunista y que dejen de proclamar aquellos puntos del mensaje de Jesús que el partido no tolera.

Los católicos chinos quieren eso: apoyo y aliento para afrontar la persecució­n, no que les digan cómo tienen que hacer para dejar de ser perseguido­s, porque eso ellos lo saben de sobra y desde hace mucho.

Preparémon­os para la persecució­n. Para la que viene de afuera y para la que pueda venir de adentro. Pidamos la gracia, la fuerza y la misericord­ia.

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