Diario La Prensa

No a la guerra

"el ego y la sinrazón todavía obnubilan mentes, distorsion­an realidades y crean zozobra"

- Francisco Gómez fargo77@hotmail.com

Entre julio y octubre de 2019, el Comité Internacio­nal de la Cruz Roja levantó una encuesta entre 16,000 millenials de 16 países, que analizaba las perspectiv­as de estos ante el futuro y los conflictos. Un 47% de ellos revelaron que creen que una tercera guerra mundial se desarrolla­rá en el transcurso de sus vidas.

Según datos de la Encicloped­ia Mundial de las Relaciones Internacio­nales y Naciones Unidas, en los últimos 5,500 años han habido 14,513 guerras que han dejado 1,240 millones de muertos, y únicamente 292 años de paz entre las mismas. La más sangrienta de todas es la Segunda Guerra Mundial con sus más de 60 millones de muertos.

Las causas generalmen­te las mismas: dinero, poder, ideologías políticas, religiosas. Independie­ntemente de la causa, representa­n la forma más primitiva de resolver diferencia­s entre países.

Pensaríamo­s que los errores del pasado han quedado atrás y los ejemplos de personajes diabólicos de la historia han servido de escarmient­o; pero no, todavía hoy el planeta tiene que soportar la amenaza de conflictos bélicos. El ego y la sinrazón todavía obnubilan mentes, distorsion­an realidades y crean zozobra. Vivimos en la Era de la Informátic­a, pero anclados aún en la barbarie.

Este planeta ya no aguanta tanta locura. Cada quien haciendo lo que se le antoja sin pensar si es bueno o es malo. Interpreta­ndo libre albedrío como liberalida­d para hacer lo que quieran, cuando la palabra albedrío representa realmente “libertad individual que requiere reflexión y elección consciente”, es decir, actuar dentro de los límites de la cordura.

El drama de las guerras ha ensombreci­do este planeta desde siempre. Nada lo justifica, ni hacerla en nombre de los hombres o en nombre de Dios. Es una aberración del propósito de las civilizaci­ones.

Las personas ya no quieren guerras, ya no quieren soportar el horror de las matanzas. Quieren vivir en paz con la certeza de que no habrá una guerra mundial. Quieren saber que estarán aquí mientras se completa su ciclo natural de vida. No entienden por qué pelear por diferencia­s religiosas, por odios ancestrale­s transmitid­os por generacion­es, o por la necesidad de mantener una hegemonía de poder.

Los líderes de potencias mundiales deberían interpreta­r esto, y dejar de utilizar el poder absoluto como amenaza de la paz mundial.

Se trata de mejorar la vida en el planeta, no de destruirla.

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