Se veía venir
Donde no hay no se puede sacar y no porque se haya atendido una emergencia de tal naturaleza que exigió el uso de los recursos para evitar males mayores. El titular de LA PRENSA lo sintetiza en dos palabras, muy comunes en nuestro ambiente de débiles principios éticos, saqueo y condonación. No hacen falta muchas investigaciones para conocer el secreto a voces del vaciado de Banadesa que no es más que el mal uso y el abuso de los recursos de todos, en cuyo sistema tienen también responsabilidad los miembros del Congreso que, como directamente no salía de su salario, ordenaban condonaciones que fueron parte de la asfixia de la institución bancaria. En cuatro décadas se encierra la historia del organismo crediticio destinado a respaldar financieramente al sector agrícola y ganadero, con instrumentos bancarios que hicieran posible los créditos y la recuperación oportuna con el fin de sostener la capitalización y disponer de recursos para el campo, área de alto riesgo con dificultades en el sistema bancario. Pero, de lo que no cuesta se hace fiesta o lo que es de todos no es de nadie, Banadesa sobrevivió a los embates, pero llegó un momento en que la insostenibilidad quedó reflejada en una insolvencia patrimonial que exigió la liquidación forzosa que solo será comprendida por la sociedad si hay transparencia, si se conocen los acreedores y el monto de los préstamos, así como las deudas, la mora, sin olvidar la gestión administrativa y la injerencia de personas y sectores vinculados al poder de turno.
Al final, el costo de los cacharros rotos pasará al presupuesto nacional que recortará recursos o no los aumentará en aquellos rubros, educación, salud, seguridad, que son fundamento de la prosperidad y calidad de vida de los hondureños. No será sorpresa si en los próximos meses surgen voces redentoras en el Congreso con el lema de aliviar a las familias del campo que ya están temiendo y padeciendo por la sequía arrasadora de las cosechas.
En el Ministerio Público duermen la documentación de los cinco casos enviados por un monto de 800 millones de lempiras, según autoridades de Banadesa. Claro que la otra cara de la moneda, alivio de deudas, refinanciamiento o readecuación de deudas deben cumplirse, lo mismo que los compromisos con acreedores destinándose prioritariamente los recursos que se obtengan por la venta de activos, reducidos al mínimo por desastrosas gestiones administrativas. Habrá que recurrir y recordar la expresión clásica: “Entre todos lo mataron y él solo se murió”.