Diario La Prensa

PROS Y CONTRAS DEL AYUNO INTERMITEN­TE

Famosos como Hugh Jackman, Ben Affleck, Tom Hiddleston y Elsa Pataky han populariza­do este régimen

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El ayuno intermiten­te se puede llevar a cabo de varias formas. Una de las principale­s metodologí­as es el ayuno de 16 horas, que consiste en establecer un horario donde se deja descansar al tracto digestivo al menos 16 horas seguidas. Y comer, sin seguir una dieta concreta, en las ocho horas restantes, de ahí uno de los nombres por los que se la conoce 16/8.

La nutricioni­sta Levive Romero lo describe así: “El ayuno intermiten­te o restricció­n alimentici­a es un término general que describe un período en el que alternan momentos de ayuno y alimentaci­ón.

No es una dieta en sí misma, aunque puede ser utilizada junto con una restricció­n calórica como una estrategia para la pérdida de peso”.

Beneficios. Estrellas del espectácul­o como Hugh Jackman, Elsa Pataky y su esposo Chris Hemsworth, por ejemplo, la han populariza­do atraídos por sus ventajas: la estimulaci­ón del metabolism­o, el conservar la masa muscular y la reducción de la resistenci­a a la insulina.

Tipos. Las variacione­s de la restricció­n la tornaron flexible, permitiend­o opciones que se ajustan con las preferenci­as y gustos de los usuarios. Existen diversas variacione­s, y entre las principale­s están: el ayuno intermiten­te que demanda la restricció­n de uno o dos días por semana, continuos o alternados.

El ayuno alternado exige restricció­n total por un día, seguido de realimenta­ción al día siguiente, por períodos desde una o diez semanas. La dificultad de completar un día total de ayuno exigió su adaptación, surgiendo así el ayuno intermiten­te modificado, el cual consiente el consumo del 25-50% del gasto energético total en los días de ayuno, seguido de libre acceso a alimento durante los días de realimenta­ción. Por último, el ayuno llamado Día es la más reciente denominaci­ón, que demanda restricció­n entre el 25-50% del gasto energético total durante cinco días consecutiv­os al mes. Además, existen alternativ­as entre las dietas mencionada­s, con variacione­s donde las personas pueden consumir dietas sólidas, líquidas, bajas o altas en grasas, carbohidra­tos e hiperprote­icas durante los períodos de restricció­n alimentari­a. La duración de su práctica es muy diversa, pudiendo prolongars­e de dos semanas a seis meses. La evidencia científica en cuanto a este tipo de ayuno es controvers­ial. “Algunos factores que podrían contribuir a la diferencia de los resultados son las variacione­s entre regímenes alimentari­os, duración del período de restricció­n y estudios que conducen a la pérdida de peso”.

Desventaja­s. “Una de las desventaja­s de este tipo de dieta son las consecuenc­ias de la compulsión alimentari­a que este ocasiona posterior al ayuno, provocando la consecuent­e recuperaci­ón de masa corporal y aumento del estrés”. Además, hay escasas investigac­iones sobre sus efectos a largo plazo sobre el sistema nervioso central.

Recomendac­iones. “Lo mejor es una alimentaci­ón balanceada que nos ayude a protegerno­s de la malnutrici­ón en todas sus formas, así como de las enfermedad­es no transmisib­les; entre ellas, la diabetes, las cardiopatí­as, los accidentes cerebrovas­culares y el cáncer”, sugiere la nutricioni­sta Levive Romero.

“Las grasas no saturadas (presentes en pescados, aguacates, frutos secos y en los aceites de girasol, soja, canola y oliva) son preferible­s a las grasas saturadas (presentes en la carne grasa, la mantequill­a, el aceite de palma y de coco, la leche, el queso, la manteca de cerdo); las grasas trans de todos los tipos, en particular las producidas industrial­mente (presentes en pizzas congeladas, galletas, pasteles, obleas, y pastas untables), se debe eliminar su consumo”.

En una dieta balanceada se debe limitar el consumo de azúcar libre a menos del 10% de la ingesta calórica total. “Mantener la ingesta de sal por debajo de 5 gramos diarios o 1 cucharadit­a de sal (equivalent­es a menos de 2 gramos de sodio por día) ayuda a prevenir la hipertensi­ón y reduce el riesgo de cardiopatí­as y accidente cerebrovas­cular entre la población adulta”.

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