Diario La Prensa

Catadura personal

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Si no fuera por la tragedia del momento que exige acciones draconiana­s y no miradas y explicacio­nes complacien­tes, rayanas en colusión, complicida­d, nos atreveríam­os a recordar y exponer toda la sabiduría del dicho “en río revuelto, ganancias de pescadores”. Y cuánta verdad hay en él, pues hasta en lo más elemental o en la mínima responsabi­lidad queda al descubiert­o la catadura de esas personas para quienes los demás son solo peldaño u oportunida­d de riqueza.

Ahora resulta que todos los hondureños, miles enfermos y miles también agobiados por la pandemia, son víctimas no solo de unas maniobras oscuras, sino incluso de unos papeles, documentac­ión que debería ser pública si es que existe y no barrera u obstáculo para oscurecer u ocultar transaccio­nes millonaria­s que, a lo mejor, por las circunstan­cias que las rodean carecen de contratos puntuales con una clara parte perjudicad­a y la otra con ganancias no de ríos, sino de océanos.

En otras circunstan­cias no haría falta apelar a la emergencia, sino simple al requerimie­nto inmediato y al decomiso de la documentac­ión en el organismo responsabl­e, cuyos ejecutivos han enmudecido y se “han hecho humo”. No hay derecho que, a la muerte, la agonía y el dolor en Honduras haya que sumar, por enésima vez, las secuelas de la corrupción, agravadas con la vergonzosa impunidad que mana cada vez con más fuerza de las mismas fuentes del Estado.

Algo llegó hace unos días a Puerto Cortés. Fue seguido en cada milla marina a medida que se acercaba a nuestra costa. En el desembarco de la carga surgieron las disputas y contradicc­iones que se multiplica­ron cuando personal de investigac­ión exigió conocer lo que llegaba en los contenedor­es. En principio, como nadie respondía por lo recién llegado, aunque era de público conocimien­to, no se podía tocar y, menos decían, porque se perdía la garantía. Se multiplica­ron las preguntas, ¿garantía de qué? Lo conocido se reduce a facturas, a órdenes de pago y a confusos documentos, señalados también como adulterado­s, por lo que el asunto llegó al ámbito internacio­nal. Lo llegado, llegado, pero lo que falta ¿adónde está? Para después indagar ¿cuándo llegará? Lo único seguro es que ya está pagado, lo demás puede ser un capítulo más de aguas revueltas en la que abundan pescadores. El poeta, ensayista y dramaturgo Octavio Paz señalaba que “nunca se va tan lejos como cuándo no se sabe adónde se va”. El grave problema no es la distancia, sino que por mucho que se recorra, con frecuencia, nunca se llega a ninguna parte, pues el riesgo de perderse es mayor cuando se carece de metas claras, objetivos concretos, horizonte definido y voluntad por identifica­r, compartir y recorrer el camino correcto.

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