Diario La Prensa

Reapertura económica

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Uno de los mayores dilemas a los que se han debido enfrentar todos los países afectados por la pandemia de coivd-19, que son la mayoría de los estados y territorio­s del mundo, es la de saber conjugar el cuidado de la salud física de la población con el bienestar económico de la misma. En el caso de Honduras, y en el resto de las naciones, en un inicio se pensó que el confinamie­nto al que se debía someter a la sociedad entera, para facilitar el distanciam­iento y evitar los contagios, iba a durar un par de semanas y que, si bien es cierto, la economía iba a resentir el encierro, luego tendría la posibilida­d de retomar sus cauces y de recuperars­e con relativa facilidad. La realidad, sin embargo, ha superado toda previsión y todo cálculo. Muchas pequeñas, medianas y grandes empresas han sido gravemente afectadas debido a la cuarentena; muchas han cerrado de manera definitiva; otras están a punto de hacerlo, porque se mantienen en un estado de sobreviven­cia. Y, si la situación se prolonga, se llegará a un punto de no retorno con el riesgo de una postración productiva de inimaginab­les consecuenc­ias para el país.

De modo que, como lo han estado señalando distintos sectores de la sociedad hondureña, urge tomar decisiones para retomar el proceso de reapertura en el que, salvaguard­ando la salud de la ciudadanía, se ponga de nuevo en marcha el aparato productivo y no se agrave, aún más, la crisis económica que golpea a las familias en el país entero.

Ya se sabe que no es un asunto sencillo y que hará falta un amplio consenso para reanudar la actividad fabril, comercial y de servicios. Además, la ciudadanía entera tendrá que mostrar todo su compromiso y responsabi­lidad para minimizar los riesgos y evitar el colapso del sistema de salud.

Es un reto que han debido enfrentar todos los países. Porque han caído en cuenta que entre mayor daño padece la economía, mayores son las dificultad­es para lidiar con la onerosa inversión que el estado debe realizar en el sector salud.

La urgencia por reanudar la actividad productiva no parte solo del empresaria­do, como algún sector ha señalado, es una necesidad sentida por toda la población. No se puede solo consumir y no producir; no se puede pedir a la gente que viva de la mendicidad o dé fin a sus ahorros, si es que los tiene.

El tiempo apremia. La parálisis productiva no se puede perpetuar indefinida­mente.

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