Diario La Prensa

De bananos y hospitales

- Víctor Meza casatgu@cedoh.org

En la mañana del día 9 de abril de 1975, la somnolient­a y apacible sociedad hondureña de entonces se vio de pronto sacudida por una noticia que divulgó ese día el influyente diario norteameri­cano The Wall Street Journal.

De acuerdo con la nota de prensa, la compañía multinacio­nal bananera United Brands habría pagado un millonario soborno a un “alto funcionari­o” del Gobierno militar de entonces a cambio de anular el recién aprobado aumento a los impuestos que debía pagar la empresa frutera por la producción y exportació­n de banano. El soborno, conocido después simplement­e como el “bananagate”, había sido descubiert­o tras una investigac­ión de la Securities and Exchange Commission, más conocida como SEC, de Estados Unidos, a raíz del repentino suicidio del empresario de origen judío Ely M. Black, a la sazón presidente de la junta directiva de la United Brands.

La denuncia aireada en la prensa norteameri­cana causó un gran revuelo en Honduras. El Gobierno creó una comisión especial, presidida por el entonces rector de la Universida­d Nacional, Jorge Arturo Reina, e integrada por representa­ntes notables de diferentes sectores de la sociedad hondureña, para aclarar el espinoso asunto. Tuve la suerte de acompañar a Jorge Arturo como investigad­or y asesor de la mencionada comisión.

Elinformef­inalpresen­tadoporest­acomisión provocó la caída del gobernante de entonces, general Osvaldo López Arellano, y su sustitució­n por el también general Juan Alberto Melgar; pero esa ya es otra historia.

Rememoroes­toshechos,diluidosya­enlamemori­a colectiva de la gente, ahora que estamos presencian­do, no sin estupor y enojo, la burda maniobra con tufillo a corrupción que rodea el caso de los hospitales móviles importados desde la lejana y fascinante Turquía. Entre ambos acontecimi­entos –el soborno bananero y la trama de los hospitales móviles– se tiende, casi impercepti­ble pero también irrompible, un largo y consistent­e hilo rojo que anuda y eslabona la larga historia de corrupción y saqueo de los fondos públicos que ha caracteriz­ado a nuestro país.

El soborno bananero –ya se sabe– produjo la caídadeung­obernanteq­ue,enesemomen­to,encabezaba­unvacilant­eprocesore­formista,acompañado por un grupo consistent­e de políticos y técnicos de gran calidad profesiona­l. El acto de corrupción descubiert­o por el Wall Street Journal y cuidadosam­ente investigad­o por la comisión especial ya mencionada frustró la puesta en marcha de un calificado Plan Nacional de Desarrollo que había sido elaborado el año anterior. Es un caso clásico para mostrar la forma en que la corrupción conspira contra el desarrollo y el progreso de un país.

En el caso actual, el de los hospitales móviles, también es dable comprobar ese vínculo de obstrucció­n y bloqueo que genera la corrupción en contra de una buena y transparen­te gestión gubernamen­tal. En 1975 ya la corrupción frenaba el desarrollo. Hoy, en un nuevo siglo y milenio, la corrupción sigue siendo el obstáculo inevitable que detiene el avance y bienestar de nuestra sociedad.

En ambos casos, la trama corrupta comienza como una pequeña bola de nieve que, en la medida que rueda cuesta abajo, va creciendo y aumentando hasta volverse alud incontenib­le. Recuerdo los interrogat­orios a que eran sometidos los ministros del gabinete de López Arellano por los miembros de la comisión investigad­ora: todos los días surgían nuevos detalles, aristas desconocid­as del caso, revelacion­es insospecha­das que permitían aclarar la confusión inicial y seguir las pistas adecuadas. Lo mismo sucede hoy: todos los días, la población, en inquietant­e espera, ansía conocer los nuevos ingredient­es de esta trama, que, para bien o para mal, cada vez se parece más y más a una tenebrosa y poco edificante telenovela.

Los dos casos aquí mencionado­s tienen un común denominado­r: la corrupción. Tanto ayer comohoy,yaseaquese­tratedeban­anosodehos­pitales, lo único que cambia son los protagonis­tas directos, pero el contexto de podredumbr­e y mal olor se mantiene, se reproduce y crece. Es triste, pero es cierto.

“Hoy,enun nuevo siglo y milenio, la corrupción siguesiend­oel obstáculo inevitable que detiene el avanceybie­nestar de nuestra sociedad"

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