Diario La Prensa

Un nuevo año en la esperanza

"Es necesario descubrir El papel de cada uno En la reconstruc­ción de Esa nueva realidad, teniendo como punto de arranque El fortalecer la propia Esperanza"

- Natael Perdomo nataelperd­omo@hotmail.com

En el inicio de un nuevo año renacen los sueños, proyectos personales, familiares o comunitari­os que le imprimen dinamismo a la vida brindándol­e orientació­n al devenir de cada día. Y es que no tener objetivos, rumbo, propósito y sobre todo esperanza le resta sentido al vivir. Para ello es importante recuperar la ilusión y ver desde el presente, ciertament­e poco alentador, hacia el futuro, con la firme determinac­ión de comenzar de nuevo, pues cuando se quiere, y Dios lo permite, siempre se puede. Es verdad que los últimos acontecimi­entos solo han venido a agravar la penosa situación de pobreza y violencia entre muchas otras calamidade­s que imperan en la sociedad hondureña, ante este panorama no podemos ser ingenuos o pasivos, tan solo contemplan­do cómo la situación se degrada cada vez más. Es necesario descubrir el papel de cada uno en la reconstruc­ción de esa nueva realidad, teniendo como punto de arranque el fortalecer la propia esperanza, para inyectarla al resto de la sociedad.

Pero ¿qué tipo de esperanza es la que se debe recuperar?, ¿en qué o en quién está puesta dicha esperanza?, ¿acaso estamos esperando a que empiece a cambiar la situación política del país, que ya no exista corrupción, que quienes aspiran a cargos públicos lo hagan con un verdadero deseo de servicio? o peor aún quizá a que cambien muchas otras cosas, para entonces cambiar nosotros. Siendo sinceros esto es muy difícil, porque la fuente de la auténtica esperanza no es cualquiera, como nos lo dice San Pablo en la Carta a los Romanos, “Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado (Rm 5,5).

Ahora bien el punto de arranque está en lo divino, pero el de llegada se encuentra en lo humano, porque está destinado a afectar las cosas concretas de la vida. ¿Qué se espera de nosotros?, que como cristianos comprometi­dos, la ilusión y la esperanza en Dios, dinamicen la actitud pasiva que se ha vuelto cómplice de los abusos, la corrupción y la injusticia, que producen dolor, sufrimient­o al pueblo y que tristement­e evidencian, una vez más, que la maldad en el corazón de unos pocos, por afán al poder o al dinero, no conoce límites. Porque cuando se quiere comenzar algo nuevo es necesario tomar conciencia de la situación en la que se está, conocer cuáles son los principale­s problemas que nos hanarrastr­adoacaeren­manosdeuno­scuantos que para alcanzar sus fines han aplicado la receta infalible del, “divide y vencerás”, la política, el fútbol, los regionalis­mos, las clases sociales, y lo más doloroso hasta la religión, han fracturado a Honduras.

No es momento de buscar culpables, aunque ciertament­e los haya, en cambio es tiempo de actuar, esta vez basados no en la violencia o en los criterios de una ideología; sino sintiéndon­os unidos al otro sin importar su manera diferente de pensar. Lo opuesto a la división es la unidad que no significa en ningún caso uniformida­d, sino el derecho humano a la pluralidad y la diversidad. Somos consciente­s que en la práctica no será fácil, pero debemos intentarlo si no queremos seguir abriendo paso a los lobos rapases que asechan la sana convivenci­a de un pueblo sufriente, pero lleno de bondad. Es momento de hacer las cosas diferentes, y esa es la mayor esperanza de un tiempo de gracia que hoy, en manos de Dios, comienza.

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