En camino
El Consejo Nacional Electoral (CNE) dio un paso más del proceso político electoral en camino hacia las elecciones del último domingo de noviembre tras superar una larga, pesada y hasta tediosa campaña proselitista, en la que la visión de país y la situación de los ciudadanos se convierten, como arte de magia, en herramientas para lograr el cauce de votos necesarios para llegar al poder con secuelas distintas en la toma de decisiones. Aquella visión romántica, interesada y abusada en la retórica electoral pasará, como del día a la noche, a una realidad, con tintes personalistas y de grupo, lejana de las aspiraciones ciudadanas de bienestar y convivencia creativa y pacífica. Casi nada. La convocatoria tuvo como antesala la aprobación, no ampliamente debatidas y con carrera de última hora, de reformas, dejando “para la próxima” asuntos polémicos, controvertidos, pero necesarios en el avance de la democracia a fin de hacer efectivos los contrapesos y, en caso de concentración, poder utilizar los medios jurídicos necesarios para hacer real y efectiva la división de poderes.
Desde fuente oficial del CNE multiplicaron los elogios y bondades del sistema: “Este nuevo modelo necesitaba instrumentos efectivos para evitar conflictos e inestabilidad política, que solo retrasan el desarrollo de los pueblos”. Solo bastó decir amén. Los próximos meses irán dando el cariz de lo que nos espera en las urnas, el resultado del escrutinio y el susto por lo que espera para los próximos cuatro años.
“El camino luce más claro”, define el CNE el momento, pero, siguiendo con la metáfora de la andadura y la senda, falta subir la gran cuesta, sortear peligrosísimas curvas y escapar no de baches, sino de profundos hoyos. Todo ello dará la catadura ética, social y visionaria de los candidatos, que, como los ciudadanos, deben considerar prioridad el interés general a largo plazo, aunque no arrime tantos votos, sobre los intereses de coyuntura. Es decir, estadista…
En todo tiene el papel decisivo el ciudadano, que debiera oír con oídos bien abiertos y ser sumamente crítico, no tanto de palabras, pues el enfrentamiento verbal en familia y vecinos conduce a enemistades, sino en la decisión final de señalar en la papeleta a quién considera más apto, sincero y transparente para guiar al país por mejores derroteros, clarificar objetivos alcanzables, no utópicos, y lograr metas reales que abran espacio a la calidad de vida en paz y libertad. Al echar la mirada atrás porque nadie ni nada es eterno, nos damos cuenta de que la fiesta se acaba, aunque no guste pensarlo, pero está ahí y llega más temprano que tarde.