Mercado agrícola
Con contratos estandarizados, las empresas de seguros pueden competir en condiciones conocidas para lograr las condiciones más eficientes de precio y seguridad para las cosechas.
Su historial de cumplimiento, de ambas partes, va quedando documentado. La confianza basada en evidencia anecdótica o intuición va quedando relegada. El mismo mercado va premiando a los productores y compradores más cumplidos reduciendo sus márgenes y creando un historial de respaldo para sus créditos comerciales o financieros.
Los contratos uniformes se vuelven transferibles a terceros. El mercado convierte al productor en vendedor para la totalidad de los compradores y viceversa. Al ser públicos los valores, sirven de base para crear índices de precios que sirven para planificar y para otras negociaciones. Quienes se dedican tanto a producir como a comprar pueden ir con estos contratos a la banca a obtener financiamiento o venderlos a otros.
Este acceso al crédito y a vender el contrato a terceros multiplica la cantidad de recursos que puede invertir. Se democratiza el acceso a comprar y vender, ya que las barreras de entrada son iguales para todos y no sujetas a variaciones impredecibles. Esto hace que el capital desplegado en esta actividad salga a la luz con menores condiciones de riesgo y que entren recursos frescos a financiar la producción.
Para que funcione el mercado de futuros se necesita el concurso de la banca, las aseguradoras, los productores y el Gobierno. Sin embargo, no debe estar en manos de ninguno para evitar la distorsión y el ventajismo. El mercado en sí debe ser una corporación independiente regulada por una ley general. Estudiar esta opción, parcial o totalmente, nos puede ayudar a resolver el desafío del financiamiento para la agricultura.