Circo político
El espurio Consejo Nacional Electoral ha convocado oficialmente a la pantomima de democracia que tendremos el próximo 28 de noviembre. La carpa está lista con su elenco que tras bambalinas se ha preparado para ofrecer lo mismo a un público pasivo que adormecido se conforma con lo mismo.
Las piruetas son espectaculares: desde tener el cinismo de decir que tenemos las mejores carreteras de Centroamérica hasta lo más vil y despreciable como desaparecer en instantáneos actos de magia millones de dólares en compras fallidas para hacer frente a la pandemia.
En este circo encontramos de todo: desde acróbatas especialistas en cambiar de trapecios en un zas, pasando por contorsionistas que se libran de todo, en fin, hay equilibristas, escapistas, hombres bala, magos, malabaristas, mimos, mono ciclistas, titiriteros, trapecistas, ventrílocuos, zanqueros, pero sobre todo payasos, estos últimos se cuentan por decenas.
La nueva ley electoral que con tanto bombo y platillo se anunció a los presentes solo es un barniz que retoca, pero no transforma en absoluto el guion que los dueños del espectáculo han escrito a piedra regodeándose desde los palcos altos de la platea.
Maquiavélicamente ríen cuando observan cómo los asistentes son engañados haciéndoles creer que pueden decidir sobre el próximo acto, vaya artificio, la puesta en escena seguirá el libreto escrito por los dueños de esta carpa quienes no están dispuestos a ceder nada aunque el circo se pague con los magros recursos de los asistentes.
Es así que tenemos en mano la invitación para acudir masivamente a la obra de fin de año que tiene toda la pinta de ser un chasco más, otra artimaña de los amos para que el público lánguido y debilitado sea echado de nuevo al foso de los leones; allí se habrá consumado la triste historia nuestra.