El guante
Honduras no puede seguir pensando que va a encontrar la salvación en esos líderes, entre comillas, que se buscan a sí mismos o tienen como centro el egoísmo, los intereses personales y no el bien común”. Expresión pensada y sentida por la mayoría de los hondureños, pero solo dicha en conversación y con excepción del “mío”. El cardenal Óscar Andrés Rodríguez fue contundente en su homilía dominical y llamó, tras eliminar el miedo, a centrarse la mirada, afianzar el paso y a seguir prioridades en pro de la paz, la verdad y la justicia social.
Y a quien le caiga el guante que se lo plante, puesto que entre nosotros la “pulcritud” es tal que ni siquiera los candidatos en todos los niveles se hacen la pregunta cómo inicio de un profundo, extenso y radical examen de conciencia, ¿seré yo…? Por los frutos los conoceréis, expresión bíblica, si así estamos como estamos a las puertas de otro intento por identificar, elegir y contribuir a dotar de claridad el horizonte.
Los hondureños deseamos, con real e hiriente necesidad vivencial, bienestar económico, calidad de vida y un ambiente de convivencia creativa con un vuelco total de la situación, en claro deterioro, con única señal en la encrucijada, la supervivencia. Cada cuatro años vivimos la ilusión, profundamente drenada por decisiones que han perdido la meta y por valores vacíos y trastocados, antivalores. Necesitamos “líderes” honestos a carta cabal, no porque ellos lo pregonen, sino porque el pueblo así lo percibe, y con arraigado sentido común que elimine las suspicacias y genere confianza. Recientemente nos referíamos en esta misma columna editorial al idealismo, al palpitar romántico de la política en función del bien común, sin fracciones, sin visiones mesiánicas, sino desde el hoy y aquí con la dura enseñanza de pasado cercano y lejano. Soñaba el abad de san Pedro… Esto nos ha pasado por décadas, con el agravante de que tropezamos en la misma piedra, por lo que habrá que cuestionar, personal y colectivamente, el realismo de los aspirantes a cargos de elección popular, que irradia luz deslumbrante en función de sus propios intereses, de su partido o de grupos verazmente identificados.
A ellos se refería el arzobispo de Tegucigalpa, con el agravante de que en los últimos años se ha ensanchado el camino de la impunidad en la administración pública por eliminación o debilitamiento de controles, que en la teoría política tradicional se identifican como contrapesos, para la prevalencia de “el poder frente al poder”, de manera que funcionen eficazmente los mecanismos para reprimir y castigar con dureza las infracciones y los delitos. Casi nada...