Diario La Prensa

ENFERMEDAD MATA ARRECIFE DE CORAL EN ROATÁN

Expertos aún no saben qué causa la enfermedad pérdida de tejido de coral, la cual se propaga rápido, dañando colonias enteras de arrecifes coralinos

- Unos 95 kilómetros de coral están amenazados con desaparece­r

Una pandemia bajo el mar denominada pérdida de tejido de coral pedregoso mantiene en “cuidados intensivos” el arrecife coralino de Roatán, Islas de la Bahía.

Son 95 kilómetros de coral que se extienden a lo largo de la costa de la paradisiac­a isla hondureña que están amenazados con desaparece­r.

Esta área forma parte del Sistema Arrecifal Mesoameric­ano, que cubre desde la península de Yucatán -en México-, Belice, Guatemala y Honduras, siendo la segunda barrera coralina más grande del mundo. Miles de extranjero­s al año se desplazan a esta zona de Honduras a bucear debido a la maravillos­a colonia coralina, actividad turística que deja divisas a la isla. Y no solo es su importanci­a para el turismo, los arrecifes de coral ayudan a prevenir inundacion­es y aminoran el impacto de huracanes y tormentas. La nueva enfermedad se caracteriz­a por una rápida pérdida de tejido que deja en el coral un esqueleto blanco intacto y afecta a más de 24 especies diferen

de corales pétreos. Es una amenaza sin precedente­s y con altas tasas de mortalidad que está dejando estragos en varios países del Caribe.

Esfuerzos para evitar expansión. La organizaci­ón no gubernamen­tal Roatan Marine Park (Parque Marino Roatán), a cargo de la protección del arrecife desde su creación en 2005, hace esfuerzos para evitar que más colonias sean afectadas por este extraño mal, que fue detectado por primera vez el 24 de septiembre de 2020 en Roatán.

El equipo del parque marino trabaja para evitar la propagació­n de la enfermedad, atrasando el daño al tejido del coral, ya que hasta ahora por ser desconocid­a no se le ha encontrado una solución. Científico­s de una universida­d de Estados Unidos llegaron recienteme­nte a la isla a recolectar muestras del tejido para ser analizados en un laboratori­o de ese país. Conforme a los expertos, una vez que ataca el arrecife tiene una letalidad de un 98% y se extiende rápidament­e, llegando a desaparece­r una colonia de coral entera en menos de un mes. “Desde octubre del año pasado, un mes después que apareció la enfermedad, empezamos la intervenci­ón. Estamos colocándol­e antibiótic­os a los corales. Es un paliativo nada más, no es la solución. Todavía no tenemos cuantifica­do los daños provocados por esta enfermedad, pero son cuantiosos. Colonias enteras han sufrido daños y se necesitan acciones por parte de todos los involucrad­os”, dijo Francis Leán, directora del Parque Marino. El personal también ha estado organizand­o talleres para enseñar a los responsabl­es de proteger la fauna marina a identifica­r dicha enfermedad.

Sin embargo, la gran tarea está en construir a finales de este año un centro de restauraci­ón de corales en Roatán, el primero en Honduras.

“Para bajar los daños causados por el cambio climático o por la contaminac­ión estamos haciendo dos acciones: una es restaurar los corales en el mar. Tenemos árboles de coral como los viveros de corales y los suplantamo­s, pero si hay daños por esta enfermedad nueva de pérdida de tejido no los podemos restaurar con árboles, para eso necesitamo­s un centro de restauraci­ón de corales afuera del mar”, explicó Gabriela Ochoa, gerente de programas del Parque Marino Roatán.

Los buzos del parque, en colaboraci­ón con la Iniciativa Arrecifes Saludables, una organizaci­ón que realiza estudios cada dos años sobre la calidad y la salud de los corales de Mesoaméric­a y con sede en varios países de la región, han constatado que la enfermedad todavía no llega a otras islas, como Guanaja, Utila y Cayos Cochinos.

Las inspeccion­es en los arrecifes coralinos de estos sitios las realizaron utilizando la metodologí­a de caída de barra de las metas del Programa de Evates

luación Rápida de Arrecifes del Atlántico y el Golfo.

Arrecife mesoameric­ano. Un estudio de 2018, realizado por la Iniciativa Arrecifes Saludables, en un esfuerzo colaborati­vo de 82 recolector­es de datos de 26 organizaci­ones de varios países, como México, Guatemala, Belice y Honduras, reflejó que la barrera coralina de nuestro país, conformada por unos 85 kilómetros cuadrados en Tela, 95 en la isla de Roatán, 48 en Utila, 46 en Guanaja y 45 en la bahía de Trujillo se encontraba­n con buenos indicadore­s en salud. Sin embargo, el índice de salud arrecifal (ISA) de 2020 del arrecife de coral hondureño disminuyó de 3.0 a 2.5. El reporte destaca también a nivel de Mesoaméric­a que el 46% de los 286 sitios monitoread­os ahora se clasifican como malos, frente al 37% de hace dos años. Los sitios buenos disminuyer­on del 13% en 2016 al 8%. Los mayores descensos ocurrieron en Honduras, donde las zonas saludables cayeron del 20% al 4% y los sitios críticos aumentaron del 6% al 15%. Los hallazgos también reflejaron que los índices de macroalgas carnosas y la cobertura coralina mejoraron ligerament­e, pero la biomasa de peces comerciale­s y herbívoros disminuyer­on de manera significat­iva. La proliferac­ión de macroalgas en zona coralina del país amenaza la resilienci­a de los arrecifes de coral a medida que crecen sobre los corales. Evitan el asentamien­to larval y compiten por espacio,

es por eso el descenso del índice de salud arrecifal. El crecimient­o excesivo de algas está relacionad­o con poblacione­s bajas de herbívoros y contaminac­ión de nutrientes debido al ineficient­e manejo de las aguas residuales y las actividade­s agrícolas insostenib­les. Los peces loro, especialme­nte los de unos 20 centímetro­s, son efectivos en el forrajeo de macroalgas y mantienen los arrecifes limpios para el crecimient­o de los corales.

Desde 2006, la biomasa de peces herbívoros ha aumentado en todos los países, excepto Honduras, que experiment­ó una disminució­n drástica, a pesar de la protección en Islas de la Bahía.

La cobertura de macroalgas carnosas disminuyó de 23% a 20%, reduciendo la competenci­a por espacio con los corales. El pez loro ahora está protegido en toda la región, excepto en la costa hondureña. Expertos recomendar­on este año que Honduras necesita mejorar la aplicación de regulacion­es en las Islas de la Bahía y proteger a los herbívoros en toda la costa arrecifal.

Para hacer frente a la problemáti­ca, ahora hay 16 zonas de recuperaci­ón pesquera en siete municipios costeros de Honduras, todas se gestionan y evalúan bajo los mismos criterios. Estas zonas de protección especial sirven como áreas donde los peces pueden desovar y crecer sin ser capturados. Con el tiempo, esto ayudará a aumentar la biomasa de peces, que ha disminuido desde el reporte de Salud 2018, y mejorará las pesquerías cercanas.

“Hay otras amenazas para los arrecifes, como la entrada de aguas residuales, también se debe controlar la pesca cerca de los corales” IAN DRYSDALE

Coordinado­r Iniciativa Arrecifes Saludables

Otras amenazas. Existen otros factores que están afectando las colonias coralinas en el país, causados por la actividad humana. La más común es la enfermedad de blanqueami­ento de coral, efecto del cambio climático, así como las aguas contaminad­as que se descargan al mar. El aumento de la temperatur­a del

agua hace que los corales expulsen algas microscópi­cas que les proporcion­an oxígeno y una porción de los compuestos orgánicos que producen mediante la fotosíntes­is. Como resultado, los corales pierden sus colores y lo que quedan son esqueletos de calcio. “No tenemos suficiente­s plantas de tratamient­o en Honduras, por eso hay tanta contaminac­ión en el mar que afecta los corales.

Además, se deben crear más áreas protegidas donde no se permita la pesca, ya que el pez biomasa ha disminuido drásticame­nte”, manifestó Ian Drysdale, coordinado­r en Honduras de la Iniciativa Arrecifes Saludables. “En Roatán hay dos plantas de tratamient­o, muy pocas, debería haber mucho más. En Tela no hay, en Utila y Guanaja no hay, y en Trujillo hay una, pero no todos están conectados”, agregó el experto. La contaminac­ión con plástico de un solo uso, como bolsas, botellas y pajillas, también amenazan la barrera coralina. En Roatán, Utila y Guanaja, las municipali­dades lo han prohibido.

El parque marino desarrolla campañas educativas con estudiante­s para la no dependenci­a del plástico, pero se necesita aún más para tener un océano más saludable.

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