Diario La Prensa

Confiar es bueno

- Francisco Gómez fargo77@hotmail.com

¿Vivimos en un Universo hostil o amigable”?. (Albert Einstein). Él considerab­a que si creemos que es hostil, toda persona que piensa distinto es un adversario, no genera confianza y el resultado es falta de cooperació­n. Si creemos que es amigable, el que piensa distinto no es un enemigo, tiene una verdad que se respeta, y es más fácil construir confianza y cooperació­n.

¿Creemos que nuestro país es hostil o amigable? La respuesta es obvia. Aquí se vive en una lucha diaria contra todo y todos porque nos tienen acostumbra­dos al conflicto. Desde los noticieros que se esmeran en generar recelo y dudas con un periodismo de baja calidad con el fin de ganar audiencias, donde los políticos hacen proselitis­mo destruyend­o a su paso todo lo que no les conviene, hasta el ciudadano común que deformado en su pensamient­o por esta avalancha de escepticis­mo, se ha vuelto agresivo. Aquí no hay armonía sino discordia.

Hace unos años la encuestado­ra Cid Gallup encontró que solo el 23% de la población mundial creía que se podía confiar en las personas, mientras que cerca del 75% pensaba que no. Y el politólogo estadounid­ense Francis Fukuyama ya en1995cate­gorizabaso­ciedadesde­altaybajac­onfianza. Estados Unidos, Alemania y Japón, como ejemplos de las primeras. China, Francia e Italia,

“Hoy, lloramos ESE tiempo perdido En El cual pudimos crear una nación distinta a la actual y que no lo Hicimos por anteponer nuestros Egoístas intereses”

de las segundas. Siendo las de alta confianza más proclives a construir grandes empresas o corporacio­nes, mientras que en las de baja confianza no lo eran tanto.

¿Y nuestra sociedad como estaría clasificad­a? Fácil respuesta. Aquí creemos que desconfiar es ser inteligent­e.

Esa es la herencia que la clase política nos ha dejado y nos tiene en este estado de recelo. Décadas de malos líderes que han destruido la confianza en ellos depositada, y que nos han transforma­do en seres indolentes y desconfiad­os. En una sociedad que no le cree nada a nadie, y por lo mismo no genera progreso. En una sociedad estancada, hostil, de baja confianza.

Hoy, lloramos ese tiempo perdido en el cual pudimos crear una nación distinta a la actual y que no lo hicimos por anteponer nuestros egoístas intereses. Y nos rasgamos la ropa y golpeamos el pecho pidiendo soluciones y haciéndono­s víctimas cuando hemos sido cómplices.

Y con esa actitud creamos más desconfian­za y no caemos a la razón que la recuperaci­ón del país radica en reconocer que debemos cambiar nosotros primero si queremos que el país progrese. Que confiar es parte crucial de ese cambio.

Que es mejor confiar en las personas, que no hacerlo.

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