Diario La Prensa

Viviendo la Honduras de allá

- Róger Martínez

Aunque no nos guste a todos, lo cierto es que conviven en Honduras dos países o, por lo menos, dos formas de vivir en él. Está aquella en la que en ella viven se la pasan bastante bien: comen siempre a tiempo, llegan a fin de mes sin sobresalto­s, reciben servicios educativos y de salud privados, viajan con alguna frecuencia y usan muy poco, o nunca, el transporte público. Esa es la Honduras de acá. Luego está la Honduras habitada por los que se encuentran sin una fuente fija de ingresos, los que hacen magia con lo que reciben cada quincena o cada mes, los que no han tenido otra opción que la educación pública y los hospitales y centros de salud que maneja el Gobierno o, si tienen acceso a la seguridad social, buscan superar sus problemas de salud en las clínicas del IHSS.

En mi caso, aunque he sido siempre un asalariado más, evito quejarme. Sinceramen­te, en general, no me ha ido tan mal y mi trabajo ha sido ordinariam­ente retribuido, de manera tal que nunca he pasado grandes necesidade­s ni vivido al límite.

Sin embargo, en los últimos meses, una dolencia algo seria, que me obliga a tomar medicament­os totalmente fuera de mis posibilida­des financiera­s, me ha llevado a recurrir a los servicios del IHSS, en donde he encontrado excelentes profesiona­les de la medicina, pero, también, unos estilos administra­tivos y de trabajo que, francament­e, dejan mucho que desear.

"lo cierto es que conviven en honduras dos países o, por lo menos, dos formas de vivir en él".

Les cuento. Recienteme­nte llegué a las clínicas ubicadas en el barrio Abajo de Tegucigalp­a antes de las 6:00 am. Luego de hacer una fila de regulares dimensione­s me permitiero­n acceder al interior del edificio para hacer una cita. La atención comenzó casi a las 6:30 porque los que atienden las ventanilla­s antes platicaron entre ellos, se pusieron al día en las redes sociales, dejaron que fumigaran la oficina (no me imagino esta escena en un banco, en donde desinfecta­n antes que lleguen los clientes) y, luego, atendieron a los derechohab­ientes, con bastante rapidez, para ser justo. Me dieron cita para ese mismo día, a la 1:15 p.m.

Por la tarde, antes de la 1:00, me presenté para mi cita.

éramos, por lo menos, 8 pacientes. Cuando eran ya las 2:00 pm, y ante la ausencia del médico en su despacho, me dirigí a la ventanilla, en la que me hicieron la cita por la mañana; ahí me informaron que el doctor estaba incapacita­do por razones de salud. De modo que, si no hubiera preguntado, en ese lugar habría permanecid­o hasta que cayera la noche… Avisé al resto de las personas que, lógicament­e, se mostraron muy molestas. Unas habían venido de fuera de la capital, un par de señores mayores se veían muy enfermos; en fin, nadie habría ido voluntaria­mente a pasear al Seguro del barrio Abajo.

Esa es la Honduras de allá: desconside­rada, irrespetuo­sa, poco solidaria.

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