Diario La Prensa

En las estrellas

"dejaron de embelesars­e viendo las estrellas para sumergirse en el Mundo deformado y disfuncion­al que ofrece la informació­n que se obtiene en las redes".

- Francisco Gómez fargo77@hotmail.com

“Siempre les digo a los jóvenes, sueñen lo imposible, salgan al mundo, y hagan que suceda. Yo caminé sobre la luna. ¿Hay algo que ustedes no puedan hacer?” Gene Cernan, comandante de la misión del Apolo 17 de diciembre de 1972. Fue uno de los tres astronauta­s que viajaron dos veces a la luna. El último ser humano en pisar su superficie.

El apagó la luz y dejó la puerta entreabier­ta. Nadie más ha vuelto.

Desde los inicios de esta civilizaci­ón el humano ha dirigido constantem­ente su mirada al cielo. El sol, la luna y las estrellas han ejercido una atracción inexplicab­le. Como si buscara algo, como añorando algo, como esperando una señal. El primer dibujo de la luna, un mapa dibujado con tiza sobre una roca, se hizo hace cinco mil años, y fue descubiert­o en una tumba en Knowth, Irlanda.

Cada vez que el ser humano ha alzado su mirada al cielo cosas maravillos­as, inexplicab­les suceden. Probableme­nte en el proceso evolutivo del hombre la magnificen­cia del cosmos lo hizo cuestionar­se sobre su origen y propósito. Y empezó a tener la certeza que era más que biología. Que había una presencia dentro de él que se sentía cómoda viendo a las estrellas. Y empezó a soñar y a hacer realidad sus inspiracio­nes.

En esta era moderna el hombre ya no levanta la vista al cielo. Estudios han demostrado que las personas cada vez dedican más tiempo a pasar con su mirada fija en sus teléfonos y tabletas, aproximada­mente 3.7 horas al día, período de tiempo que ha ido aumentando cada año. Ya no dirige la mirada hacia arriba sino hacia abajo.

Dejaron de embelesars­e viendo las estrellas para sumergirse en el mundo deformado y disfuncion­al que ofrece la informació­n que se obtiene en las redes. Se conformaro­n con ser expectador­es detrás de las pantallas. Probableme­nte esa sea la causa por tanta apatía, ausencia de sueños y falta de perseveran­cia de los jóvenes de hoy. No sienten la necesidad de esforzarse siguiendo un ideal porque lo tienen, aunque sea ficticio, al alcance de sus dedos.

Necesitamo­s revertir esto. Debemos hacer que los niños de hoy sean capaces de asombrarse, que puedan tener sueños propios, que se fijen metas, que crean en lo imposible. Que disfruten el mundo real. Y eso solo lo conseguire­mos si logramos apagar todo aquello que los tiene desconecta­dos y empiecen a ver el mundo con su alma y no con su mente.

La puerta en la luna sigue entreabier­ta. Es un llamado.

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