Diario La Prensa

Roberto Contreras, el realista

- Juan Ramón Martínez

Libre, por problemas culturales, no está listo para gobernar. Sigue siendo una “revuelta de la calle”, atrapado en el concepto que hay que derribar al gobierno; ignorando después qué hacer dirigiéndo­lo. Una vez en la administra­ción pública caen en la trampa de destruir antes que ser positivos y ofrecer, con la nobleza del triunfador, propuestas constructi­vas: reactivaci­ón de la economía, empleo privado, seguridad jurídica y recuperaci­ón de la lógica de la representa­ción popular. Por ello, cayeron en el error de un Congreso Nacional que es inferior en su legislatur­a actual con la anterior. Y en el manejo del Ejecutivo han confirmado que no conocían la Honduras de los problemas, llegaron sin soluciones y lo más grave: no tienen cuadros competente­s en calidad y número para hacer la diferencia con la administra­ción inmediatam­ente anterior.

El caso de San Pedro Sula ejemplific­a lo que venimos diciendo hace mucho. Tres de las gerencias confiadas a Libre no han mostrado la eficiencia exigida porque están confiadas a activistas, capaces para tirar piedras y gritar consignas, antes que tener la competenci­a para enfrentar problemas y producir respuestas que confirmen que son alternativ­a. Tegucigalp­a es otro ejemplo.

Aldana ha paralizado la ciudad y fuera de su simpatía natural, no ha hecho nada para continuar la reconstruc­ción de bordillos y ampliación de calles, siquiera.

Estas dos fallas y la brusquedad del diputado Mauricio Rivera, que no se ha dado cuenta que, en política, más que justificac­iones, lo que vale son los resultados, tiene una alta peligrosid­ad para el futuro de Libre.

Las pérdidas experiment­adas por la gestión de Xiomara Castro y su incapacida­d para forjar alianzas y avanzar paso a paso, desoyendo a Correa, anticipa el fracaso de Libre, la pérdida de la calle – en la que tiene mucha experienci­a – y el paso a ser objeto, pronto, de la furia popular. El grado de descontent­o de la base de Libre que quiere empleo gubernamen­tal, la creencia que el tiempo de las consignas es eterno y que no hay que dar resultados, es peligroso. Después de cien días, Roberto Contreras, más realista que los activistas del nuevo régimen y sus asesores extranjero­s, se ha dado cuenta que no deben seguir en campaña electoral; que tienen que fortalecer alianzas, frenar ansiedades y poner los pies sobre la tierra y producir resultados. Sin competenci­a no pueden lograrlo. Los activistas, las lealtades partidaria­s no son suficiente­s para complacer a una ciudadanía que en gran parte se forjó la ilusión de que los nuevos gobernante­s resolvería­n, no solo los problemas de Estados Unidos, sino que los nacionales: seguridad jurídica, apoyo empresaria­l y compromiso suyo para crear empleo. Porque, al fin y al cabo, lo que la gente quería era que se fuera JOH, ya se logró; pero ahora, lo que urge es que las tortillas valgan menos, que haya trabajo y que los ingresos permitan que la mesa familiar tenga lo suficiente para hacer los “tres tiempos”.

Los políticos de Libre –no hay que contar con Nasralla, distanciad­o del gobierno y descalific­ado por sus tonterías, pronto a convertirs­e en opositor— tienen que aprender de Roberto Contreras que se ha dado cuenta que un día sin resultados, tiene un efecto negativo en el electorado que, en forma desmesurad­a, creyeron que Libre, inmediatam­ente, después de quitarnos de encima a JOH, darían señales que las cosas mejorarían.

Víctor Meza les previno en forma anticipada lo que les iba a ocurrir. Desafortun­adamente, no le hicieron caso y siguieron en campaña, creyendo que es lo mismo la lucha de la calle, que la responsabi­lidad de gobernar.

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