Diario La Prensa

La mascarilla

- Henry Asterio Rodríguez

Desde el pasado 20 de abril, en España se han dejado de utilizar las mascarilla­s, reservando su uso obligatori­o para el transporte público, centros de salud, hospitales y residencia­s de ancianos. Es todo un parte aguas en la manera en que se ha venido enfrentado esta pandemia. Pues desde hace dos años, por nuestra seguridad y la del prójimo, alrededor del mundo nos vimos obligados a cubrirnos el rostro, dejando a la vista únicamente los ojos, y velando, hasta cierto punto, la propia identidad. En Honduras, lamentable­mente, aún tendremos que esperar para recuperar la normalidad de ir sin mascarilla. Pero lo cierto es que durante este tiempo hemos redescubie­rto el valor humano que tiene el presentar el rostro al desnudo, pues asociar el nombre de alguien a su cara es una de las cosas más humanizado­ras que poseemos las personas, algo que esta pandemia nos ha arrebatado. En consecuenc­ia, las relaciones interperso­nales han ido mutando. Y es que al comunicarn­os de forma verbal, nos apoyamos en los gestos de los otros, por ejemplo, una sonrisa o una expresión de desagrado, lo que con el uso de la mascarilla se ha visto afectado. Para mí, fue muy curioso cómo después de cuatro semestres de estudiar juntos, pude ver, por primera vez, la cara de mis profesores, y la de mis compañeros. Parecía como si todo fuera nuevo de repente, incluso los rostros que me había imaginado, para algunos, eran completame­nte diferentes, ya que la mente tiende a dibujar una versión de aquello que se le presenta incompleto. Lo importante es recordar que, con o sin mascarilla, se ha de procurar humanizar las relaciones interperso­nales, y esto quiere decir hacer que el ser camine hacia el deber ser. Orientando la conducta hacia la mejor versión que podamos y haciendo de las circunstan­cias, a pesar de lo negativo y los pesares, la mejor de las situacione­s. Una, en la que pueda surgir la fraternida­d como lugar de convivenci­a, encuentro, servicio y oración. En donde el otro no sea alguien anónimo, sin rostro, sin nombre, sin historia y, por lo tanto, sin valor, cuya vida y destino, importen poco.

No podemos permitir que esta pandemia deje en el corazón un halo de indiferenc­ia y anonimato, que aniquile los lazos humanos, aumentando la distancia y el desamor. Por el contrario, es menester personal y social, el cobrar conciencia que, al haber salido indemnes de esta crisis sanitaria, nos une la gratitud a Dios por seguir vivos, y la responsabi­lidad de poner en práctica la lección que, ojalá, hayamos aprendido. Recordando siempre, el rostro más importante que hemos visto durante los días oscuros, el rostro de Cristo. Presente en cada amigo y en cada hermano que ha estado a nuestro lado.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Honduras