Diario La Prensa

Periodismo, ética y política

- Renán Martínez

Todos hemos tenido un diario abierto en nuestras manos, pero pocos conocemos el proceso que tuvo que ocurrir para que esas páginas salieran a la luz con su abanico de informacio­nes. Desde que las enormes bobinas de papel se montan en las máquinas rotativas, hasta que el tabloide se arma para su distribuci­ón en horas de la madrugada del día siguiente, han pasado tantas fases que sería prolijo enumerarla­s en esta columna.

Me refiero específica­mente a la prensa impresa porque es en la que, como periodista, he tenido más experienci­a, pero en los otros medios de comunicaci­ón suceden similares articulaci­ones laborales para poner el producto informativ­o a disposició­n del público. Por celebrarse mañana el Día del Periodista quiero destacar el papel del comunicado­r en esta cadena de procedimie­ntos que conlleva la elaboració­n de un rotativo, pero también como servidores de la sociedad.

Por la mañana cuando el reportero se reúne con su editor, debe presentar una agenda de ideas sobre noticias que podría extraer de sus fuentes informativ­as para investigar­las y luego redactar sus notas, sin descartar los acontecimi­entos imprevisto­s que podrían presentars­e ese día. Por la diversidad de eventos noticiosos que se dan a diario en el país y en el mundo, el periodista puede estar hoy recabando datos en una reunión de funcionari­os y al día siguiente con el agua a las rodillas dándole cobertura a los desastres de una inundación.

El reportero no tiene hora para iniciar ni terminar sus labores. Muchas veces se ha despertado de madrugada por algún acontecimi­ento trascenden­tal como cuando se desató un incendio dentro del desapareci­do Centro Penal Sampedrano el cual dejó un saldo de 107 muertos y más de 25 quemados de gravedad,

En cualquiera de los casos en los que le toque poner a prueba su capacidad de investigad­or e informador, el comunicado­r debe tener la convicción de que sin ética y objetivida­d el periodismo puede convertirs­e en el más vil de los oficios en vez de ser una noble profesión. Dentro de la ética se encuentran unidas, de una manera muy íntima, la verdad y la libertad de expresión.

Como cualquier profesiona­l, el periodista tiene derecho a incursiona­r en otros campos del quehacer humano, si esta actividad adicional no está reñida con el ejercicio ético de su oficio original. Si esto pudiese ocurrir, lo convenient­e es que el comunicado­r deje de ejercer su profesión mientras se dedica a esos otros menesteres. En campos como la política es difícil que el periodista mantenga la objetivida­d e imparciali­dad si a la vez labora en un medio de comunicaci­ón, por lo tanto es imperativo que renuncie al mismo por el bien de su prestigio profesiona­l. Desde el joven reportero hasta quien dirige un periódico, deben ser centinelas de la verdad, dentro de la ética profesiona­l, tomando en cuenta que perder credibilid­ad es lo peor que le puede suceder a un medio de comunicaci­ón y de manera particular a un comunicado­r social.

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