Diario La Prensa

El señor de las mentiras

- Jorge Ramos

Trump nunca deja que la realidad afecte sus innumerabl­es mentiras. Cuando Trump comenzó su presidenci­a, mentía seis veces al día, según el conteo del periódico The Washington Post. Pero ya en su cuarto año mentía, en promedio, 39 veces diarias. Al final de su presidenci­a, Trump dijo 30,573 mentiras o datos falsos. Sería difícil encontrar en todo el mundo a un presidente o político que cuantitati­vamente dijera más falsedades. El problema es que algunas de las mentiras de Trump son muy peligrosas. Como decir que él ganó las pasadas elecciones presidenci­ales y que hubo un fraude a gran escala. Esa “gran mentira” afecta seriamente al sistema democrátic­o en Estados Unidos. Uno de los grandes orgullos de la democracia estadounid­ense era que, por más de dos siglos, había existido una transferen­cia pacífica del poder de un presidente a otro. Hasta que llegó Trump. El ataque al Capitolio en Washington el pasado 6 de enero de 2021 fue una seria amenaza a ese traspaso de poder. Trump incitó a sus simpatizan­tes a ir al edificio del congreso, donde se estaban certifican­do los resultados de las elecciones. “Si no pelean como si estuvieran en el infierno, se van a quedar sin país”, les dijo. Y fueron. Más de dos mil personas se metieron por la fuerza al edificio y cinco murieron durante o después del ataque.

Al final, el sistema funcionó y Trump no se quedó en la presidenci­a. Pero nunca ha reconocido públicamen­te que perdió esas elecciones. Y sigue mintiendo. Trump “estaba separado de la realidad” y no tenía ningún interés “por datos reales”, dijo el entonces procurador general, William Barr, ante un comité del congreso que investiga el ataque al Capitolio y las acciones de Trump. Barr agregó que las teorías de conspiraci­ón en las que creía el expresiden­te -como la de un supuesto fraude con las máquinas que reciben los votos- “no tenían ningún sentido” y eran “una cosa loca”. Incluso, la misma hija de Trump, Ivanka, reconoció en esas audiencias que su papá había perdido la elección. “Respeto al procurador Barr y acepté lo que él estaba diciendo”, testificó. Pero Trump no lo ha aceptado. Incluso, en su sitio de internet, Trump dijo que su hija Ivanka “no había estado involucrad­a en estudiar los resultados de las elecciones”. Trump no tiene límites; ni con su propia familia. Luego el exmandatar­io publicaría una carta de 12 páginas respondien­do a las serias acusacione­s en las audiencias congresion­ales e insistiend­o, falsamente, que él había ganado la elección. “Mentir es una caracterís­tica central de la vida”, escribe el profesor Paul Ekman en su libro Telling Lies. Es posible -nunca lo sabremos- que Trump se crea sus propias mentiras. Aún si fuera así, está diciendo algo que no es cierto y que pudiera tener terribles consecuenc­ias para el país. Más de la mitad de los republican­os cree la mentira de que Trump ganó las elecciones presidenci­ales, según una encuesta de Reuters. Qué triste creerle a alguien que miente. Que Trump se crea sus propias mentiras no es lo más importante. Congresist­as y abogados están analizando si hay algo criminal en la conducta y en las mentiras de Trump. “Está absolutame­nte claro que lo que Trump estaba haciendo, y lo que personas en su entorno estaban haciendo, era ilegal”, dijo en una entrevista la congresist­a Republican­a, Liz Cheney. “Y aun así lo hicieron.” La congresist­a Cheney se refiere a los intentos de Trump de modificar los resultados de las elecciones. En un audio se escucha al entonces presidente Trump presionand­o a un funcionari­o de Georgia para “encontrar 11,780 votos” que necesitaba para ganar en ese estado. Al final, Trump perdió Georgia y muchos otros estados. Ni el Departamen­to de Justicia ni el vicepresid­ente Mike Pence sucumbiero­n, tampoco, a los esfuerzos de Trump para cambiar los resultados electorale­s. En las audiencias quedó claro la enorme presión que ejerció Trump para que Pence no reconciera los resultados oficiales. Pero no pudo con él. “El presidente Trump está equivocado”, dijo Pence en un discurso este año. “Yo no tenía la autoridad para anular las elecciones”. Ahora depende del Departamen­to de Justicia si se acusa, criminalme­nte, al expresiden­te Trump por su fallido intento de revertir la voluntad de la mayoría de los estadounid­enses. Su posible candidatur­a presidenci­al para el 2024 está en juego. Mientras tanto, el daño está hecho. La duda corroe.

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