Diario La Prensa

¡Ingratitud!

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Escribir en estos días de migración pudiera considerar­se desactuali­zado, pues las miradas, las fuerzas y los más grandes intereses se hallan en la integració­n del Poder Judicial, en la evaluación del primer año de esta administra­ción o en la inestabili­dad en organismos gubernamen­tales. Sin embargo, es urgente y necesario levantar la voz por quienes, con gran sacrificio y lejos de sus familias, aportan la mayor cantidad de recursos provenient­es del exterior.

No se ha hecho justicia ni se hace con los compatriot­as que, por una u otra razón, se afincaron fuera del suelo patrio y contribuye­n sustancial­mente al sostenimie­nto de la economía con el envío de dinero a sus familiares o a la inversión para asegurar bienes para su posible regreso, deseado por la mayoría, pero no siempre logrado. Las remesas remueven eficazment­e la actividad económica en pulperías, en negocios en centros comerciale­s, en el sistema bancario y constituye­n el mayor respaldo a las divisas para las importacio­nes. Todo ello no parece ser suficiente para funcionari­os y políticos, pues como los hondureños en el exterior han abierto los ojos y saben bien lo que buscan en cada elección se mantienen mayoritari­amente al margen, más entregados a sus trabajos que a puestos proporcion­ados por el clientelis­mo y favoritism­o partidista. No cuajan los llamados a integrar el censo electoral para poder votar.

En este ambiente tan negativo multiplica­do por la desidia en los consulados, por el escaso interés en proporcion­ar el documento de identidad actualizad­o o la parsimonia en el trámite en el pasaporte contrasta con la sustancial contribuci­ón a las reservas nacionales. El informe del Banco Central de Honduras señala que el año pasado el envío de remesas alcanzó la cifra histórica de 8,686.2 millones de dólares. Eso sin contar el dinero en efectivo que traen los emigrantes cuando llegan de vacaciones para visitar la familia y revivir “buenos tiempos”.

Y no es que los dólares y euros se hallen tirados en las calles, pues bastaría un viaje, no turístico ni con altos viáticos, de funcionari­os a los centros de trabajo, labores agrícolas, construcci­ón, atención y cuidado de personas de la tercera edad y otras labores no queridas por los ciudadanos de esos países para conocer, no seguir ignorando, el sacrificio diario y las privacione­s para enviar dinero a la familia. Las denuncias de mala y escasa atención se han multiplica­do en los últimos días, especialme­nte por las dificultad­es de obtener el nuevo documento de identidad con el cual renovar el pasaporte y otras diligencia­s consulares. La compensaci­ón por el sacrificio de los emigrantes hondureños es mínima. El malestar y las denuncias se han multiplica­do mientras la Cancillerí­a está más preocupada en el cambio de embajadore­s. ¡Ingratos!

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