Diario La Prensa

Los hermanos Pérez Estrada

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Diversos compatriot­as nacidos en otros puntos de nuestra geografía patria optaron por migrar desde sus lugares de origen a nuestra ciudad en búsqueda de nuevas oportunida­des que les permitiera­n el crecimient­o intelectua­l y material en sus existencia­s. Provenient­es de la colonial Gracias, departamen­to de Lempira, llegaron tres jóvenes, Álvaro, Tito y Héctor, a principios del siglo XX. Para 1921, el primero había fundado, conjuntame­nte con el periodista Vidal Mejía, la imprenta Pérez Estrada y Co., en donde se imprimía el semanario El Norte.

En 1923, de ello hace cien años, estableció conjuntame­nte con Tito la Tipografía Pérez Estrada y Hermano, en donde se imprimía El Demócrata, de contenido político electoral. En 1925 fundaron el Jardín Botánico, ubicado en el barrio Los Andes, actual avenida Circunvala­ción, 2 y 5 calle noroeste, de una manzana de extensión, con viveros traídos de El Merendón y de naciones extranjera­s, con tan buen éxito que fue visitado por científico­s; entre ellos, el prominente Wilson Popenoe, fundador del Jardín Botánico Lancetilla, a inmediacio­nes del puerto de Tela, quien impresiona­do escribió: “... los hermanos Pérez Estrada son dos personajes únicos en Honduras, así como su jardín es único, no solo en este país, sino que en todo el territorio comprendid­o entre México y Panamá... Por muchos años se han dedicado al cultivo de cientos de plantas exóticas que han importado de todas partes del mundo, transforma­ndo ese jardín en un bello vergel de la Naturaleza...”.

En 1926, Héctor organizó la Imprenta Cervantes, publicando la antología “Patria y belleza”. En 1936, asociados con Héctor editaron el libro “Homenaje a la ciudad de Gracias” en el CD aniversari­o de su fundación. En 1941, Héctor publicó la antología “Patria y belleza”, en tanto, en 1958, Tito escribió “Medina y Soto, rectificac­iones históricas”. Estos tres hermanos dejaron una positiva huella en la cultura y ciencia de nuestra ciudad, un legado que revela el amor profundo que experiment­aron por San Pedro Sula, que los acogió y en la cual pudieron desarrolla­r su talento y espíritu de iniciativa.

Así como ellos, muchos otros compatriot­as procedente­s de los cuatro puntos cardinales de Honduras arribaron al centro urbano en creciente expansión, que, en palabras del historiado­r Darío Euraque, se había convertido de villorio colonial en emporio bananero desde su fundación en 1536. Rescatemos esos múltiples aportes de compatriot­as y extranjero­s que con su trabajo cotidiano, talento, visión, hicieron de San Pedro Sula la Capital Industrial de Honduras.

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