Diario La Prensa

Una persona especial

- Salomón Melgares Jr. REFLEXIONY­CAMBIO@YAHOO.COM

“Gracias al daño que me hiciste he aprendido a ser más fuerte. Ahora, después de tanto tiempo, tengo muy claro qué es lo que quiero y qué es lo que no, qué es lo que necesito en mi vida, y qué es aquello que me perjudica. Por todo esto, gracias de verdad por hacerme abrir los ojos ante la vida que se me presenta”. Me lo imagino, querido lector, pensando lo mismo que yo: “Estas palabras reflejan una realidad que pasa muy a menudo en nuestros entornos”.

No solo desde el punto de vista de hacer daño (y, con ello, hacerse daño), sino desde el punto de vista de no valorar lo que se tiene.

“Todos, en un momento u otro de nuestra vida, hemos conocido a una persona especial”, escribía alguien en una ocasión. “Y casi todos hemos cometido el mismo error: dejarla ir”. ¿Y quién es una persona especial? De acuerdo con los versados: aquella que hace reír, que hace que los demás se sientan bien y que les permite que sean ellos mismos sin imponer. Es aquella que también escucha, comprende y que está ahí cuando se necesita.

Una persona especial es, además, aquella que aparece en el instante justo y en el lugar adecuado para ayudar a cumplir un propósito o a seguir creciendo. Y, en general, una persona especial es aquella que ama, que aprecia y que quiere lo mejor para los demás.

La persona que hablaba sobre “dejar ir” al final escribía: “No nos equivoquem­os. En el mundo hay muchas personas, más de las que nunca podrás llegar a conocer. Pero personas especiales hay muy pocas”.

Y la pregunta es: ¿somos nosotros una de ellas? No se trata aquí de aprender a saber detectar dónde está una persona especial para retenerla a nuestro lado (lo que no está mal). Se trata, más bien, de ser nosotros personas especiales que “consideran a los demás como más importante­s que sí mismos” (Filipenses 2:3 PDT). ¿Estamos dispuestos?

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